Hoy voy a escribir de la forma más personal, desde una perspectiva que me aborda y
que se me hace necesario expresarme. Claro que del mismo modo que sirve de
experiencia para mí, me gustaría que mis lectores sintáis empatía para con mi nueva situación... Ahí voy.
Cuando
hablamos de un equipo, hablamos de un grupo de personas que interactúan
apoyándose unas de otras en la realización de una tarea para conseguir un
objetivo. Sin embargo, parece que esta definición deja un poco al margen el
lado más humano del equipo. Un equipo está compuesto por personas que en la
mayoría de las ocasiones provienen de diferentes lugares y experiencias. Que se
han desarrollado bajo criterios o principios diversos y que suman sus
capacidades para realizar un fin. Por tanto existe una relación intra e
interpersonal entre los miembros de un equipo. Como el tejado de una casa evita
las inclemencias del tiempo; las paredes sujetan el peso; las puertas permiten
el paso; las ventanas permiten la luz; o la calefacción aporta calor… todo
junto forma un hogar. Cada miembro de un equipo aporta una habilidad, un
granito de arena a la tarea para conseguir los objetivos.
A
lo que intentaba referirme cuando hablaba del lado más humano, es al desempeño
de los roles dentro de un equipo. En el caso de los deportes de equipo, en
muchas ocasiones los roles que desempeña cada jugador no están ligados a la aportación
en la tarea. Si quitamos la calefacción no se hunde la casa, pero el ambiente
será muy frío en invierno. Los goles no son proporcionales a la simpatía; las
paradas de un portero no equivalen a más amistades; ni los minutos jugados
hacen crecer la empatía. En los equipos hay máximos goleadores, jugadores que
juegan mucho y otros que juegan menos, jugadores con más y menos
responsabilidades, pero, si todo funciona bien, al llegar al vestuario no es
eso lo que debe quedar reflejado. Lo que se ve detrás de la cancha es un grupo
de amig@s que disfrutan de la compañía mutua. En los viajes de equipo todos van
mezclados, todos aportan lo mismo en sus conversaciones y todos se ríen de las
mismas bromas.
En
ocasiones, la vida pone a prueba también a los equipos, y para esto no importa
la edad, ni siquiera el nivel de competición. A partir de mañana seré
consciente de cómo se va una parte del equipo. Para esto soy nuevo, es una nueva
experiencia, y aunque va a ser complicado me voy a empeñar en aprender de ello.
Sin embargo me rondan las preocupaciones. Sé que van a ser unos momentos duros
para mis jugadoras (de entre 12 y 13 años), pero ¿cómo reaccionarán a medio plazo
a esta situación? No sé cómo, lo que sé es que voy a empeñarme en que su
refugio sea el deporte, su pequeño equipo. Seguir viéndose las caras para
apoyarse unas a otras. No se va una jugadora, se va una amiga, y no saben
cuándo volverán a verla… A mí como entrenador se me hace difícil, no quiero
imaginarme cómo será para las pobres. La vida les va a dar una lección a todas,
a partir de mañana van a ser conscientes de que a veces las cosas se ponen
difíciles y hay que hacer sacrificios para seguir adelante… Les va a costar
entenderlo.
Hoy
estoy escribiendo de la forma menos “profesional”, quizá sea porque ahora me ha
tocado a mí vivir la experiencia. Habrá que hacer de tripas corazón, reaccionar,
y aprender.
Confío en servir de apoyo.