miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hoy, personalMente

Hoy voy a escribir de la forma más personal, desde una perspectiva que me aborda y que se me hace necesario expresarme. Claro que del mismo modo que sirve de experiencia para mí, me gustaría que mis lectores sintáis empatía para con mi nueva situación... Ahí voy.

Cuando hablamos de un equipo, hablamos de un grupo de personas que interactúan apoyándose unas de otras en la realización de una tarea para conseguir un objetivo. Sin embargo, parece que esta definición deja un poco al margen el lado más humano del equipo. Un equipo está compuesto por personas que en la mayoría de las ocasiones provienen de diferentes lugares y experiencias. Que se han desarrollado bajo criterios o principios diversos y que suman sus capacidades para realizar un fin. Por tanto existe una relación intra e interpersonal entre los miembros de un equipo. Como el tejado de una casa evita las inclemencias del tiempo; las paredes sujetan el peso; las puertas permiten el paso; las ventanas permiten la luz; o la calefacción aporta calor… todo junto forma un hogar. Cada miembro de un equipo aporta una habilidad, un granito de arena a la tarea para conseguir los objetivos.

                A lo que intentaba referirme cuando hablaba del lado más humano, es al desempeño de los roles dentro de un equipo. En el caso de los deportes de equipo, en muchas ocasiones los roles que desempeña cada jugador no están ligados a la aportación en la tarea. Si quitamos la calefacción no se hunde la casa, pero el ambiente será muy frío en invierno. Los goles no son proporcionales a la simpatía; las paradas de un portero no equivalen a más amistades; ni los minutos jugados hacen crecer la empatía. En los equipos hay máximos goleadores, jugadores que juegan mucho y otros que juegan menos, jugadores con más y menos responsabilidades, pero, si todo funciona bien, al llegar al vestuario no es eso lo que debe quedar reflejado. Lo que se ve detrás de la cancha es un grupo de amig@s que disfrutan de la compañía mutua. En los viajes de equipo todos van mezclados, todos aportan lo mismo en sus conversaciones y todos se ríen de las mismas bromas.

                En ocasiones, la vida pone a prueba también a los equipos, y para esto no importa la edad, ni siquiera el nivel de competición. A partir de mañana seré consciente de cómo se va una parte del equipo. Para esto soy nuevo, es una nueva experiencia, y aunque va a ser complicado me voy a empeñar en aprender de ello. Sin embargo me rondan las preocupaciones. Sé que van a ser unos momentos duros para mis jugadoras (de entre 12 y 13 años), pero ¿cómo reaccionarán a medio plazo a esta situación? No sé cómo, lo que sé es que voy a empeñarme en que su refugio sea el deporte, su pequeño equipo. Seguir viéndose las caras para apoyarse unas a otras. No se va una jugadora, se va una amiga, y no saben cuándo volverán a verla… A mí como entrenador se me hace difícil, no quiero imaginarme cómo será para las pobres. La vida les va a dar una lección a todas, a partir de mañana van a ser conscientes de que a veces las cosas se ponen difíciles y hay que hacer sacrificios para seguir adelante… Les va a costar entenderlo.

                Hoy estoy escribiendo de la forma menos “profesional”, quizá sea porque ahora me ha tocado a mí vivir la experiencia. Habrá que hacer de tripas corazón, reaccionar, y aprender.

Confío en servir de apoyo.