Hace unos días saltó una noticia que me impactó bastante: “el
Milán buscaba psicólogo para Mario Balotelli”. Para aquellos que, por lo que
sea, no conozcan el perfil de éste jugador italiano, de forma resumida podemos
definirlo como un jugador que carece del sentido de las normas que sean
impuestas por agentes externos a su propia persona. El excéntrico futbolista,
en el campo se muestra con una agresividad extrema, y hace gala de ella en
cualquier situación que perciba como nociva para él. Jugadores contrarios,
árbitros, entrenadores e incluso compañeros han sufrido y aguantado alguno de
sus irreflexivos y belicosos episodios.
A partir de aquí, cabe preguntarse la causa de esta personalidad
tan peculiar… Hijo de inmigrantes ghaneses, su familia biológica tuvo que darlo
en adopción a los Balotelli para asegurar su futuro. Con el paso de los años,
Mario alcanzó la élite futbolística, y sus padres biológicos, los Barwuah
exigieron su regreso. Con todo esto (y sin querer seguir indagando), es muy
probable que el joven deportista haya sufrido diversas inestabilidades
familiares que han forjado su personalidad. Por otra parte, probablemente
consciente de sus dificultades socioeconómicas del pasado, Mario Balotelli
también se caracteriza por sus actos de solidaridad. Sin dar muchos rodeos por
la red, he encontrado un ‘Ranking con las 50 locuras de Mario Balotelli’,
juzgad vosotros mismos Lista de Locuras de Balotelli.
Ni que decir tiene que su talento es indiscutible, por ese motivo sigue
ejerciendo su labor en la élite… pero a qué precio para los clubes.
Volviendo al tema, en cuestión. ¿Cuál es el problema que persigue
a Balotelli? EL AUTOCONTROL. ¿Y qué es el autocontrol? Aunque la propia palabra
lleva implícito el significado, vamos a ver de qué forma se puede expresar. El
autocontrol se define como la habilidad de controlar las propias emociones,
comportamientos, deseos e impulsos. En palabras llanas, es el fenómeno por el
cual un deportista (en nuestro caso) se retiene a sí mismo para no decir o
hacer todo lo que se le pasa por la cabeza durante un “calentón”.
Mario Balotelli ha sido el ejemplo a exponer en el post, sin
embargo existen muchísimos casos que ponen en evidencia la falta de autocontrol
de muchos deportistas, y aquí no sólo hay que referirse al fútbol. Al final del post veremos algunos.
El caso es que el autocontrol no es un defecto genético que el
capricho del azar inserta a uno de cada cincuenta seres humanos (yo diría que
bastantes menos, pero bueno, por poner algo). No, de ninguna manera. Aunque
muchos piensen que sí… como por ejemplo los padres de esos jóvenes deportistas,
que son líderes de sus respectivos equipos que dicen llenos de orgullo: “Ay, mi Jonathan… Con ese pronto y ese
carácter que me ha salido… ¡algún día va a acabar con nosotros! Jajajaja…”.
Y muchas más frases como estas que ni os imagináis. A mí desde luego, de lo
único que me dan ganas es de coger a ese tipo de padres, encerrarlos en una
habitación y darles un par de clases de implicación parental, ¡pero bien dadas!
A lo que voy (que no sé cómo lo hago pero siempre acabo yéndome
por las ramas) es a que el autocontrol tiene unas causas definidas, que pueden
clasificarse en dos apartados: internas y externas. En las causas internas
simplemente hay que destacar el equilibrio emocional actual que tiene el
deportista: presión, estrés, ansiedad… Por otra parte, las causas externas son
las que condicionan la conducta del deportista desde una perspectiva ajena a su
control: situación sentimental o familiar, presión de los medios de
comunicación… entre otras.
Una educación en valores de autocontrol ayudará a forjar en la
propia personalidad criterios de autorregulación del control. El hecho de saber
reprimirse para evitar estallar en cólera,
o decir cosas de las que luego puedan arrepentirse son herramientas que
constituyen un equilibrio emocional para el propio ser, y que deben canalizarse
de formas más constructivas. Por consiguiente, la estabilidad emocional será inversamente proporcional al
autocontrol, y será el principio regulador del mismo. A todo esto, hay que
añadir que la disciplina juega un papel fundamental en el autocontrol. Pero del
mismo modo, también influye directamente la imitación de un modelo, que
paulatinamente irá construyendo en el sujeto unos patrones de reacción erróneos
cuando entienda que le perjudica una determinada decisión o acción. Un ejemplo
muy extendido y que todos conocemos es el de esos padres que se enfadan con sus
hijos porque tienen una mala reacción. Luego los cogen y se los llevan a ver un
partido, para “animar a su equipo”. Mentira. En esos momentos de pasión, el
papá se olvida de su hijo, y tras una acción reconocida como nociva comienza a
expulsar por su boca una serie de adjetivos calificativos que, al día siguiente
el niño repasará en el patio de recreo cuando le hagan una falta. Y qué decir
de los aspavientos que hacemos con las manos…
No sé cómo se animará en el resto del mundo, pero en España la RAE
debería revisar el significado que le damos al término “animar”. Entre varios
significados se define como “infundir
energía moral a alguien”, aunque en este contexto, creo que debería
sustituirse por “acudir al visionado de
un partido con el propósito de criticar las decisiones del árbitro, y del mismo
modo mencionar en voz alta la profesión de alguno de sus familiares; analizar
el juego del contrario para: en el caso de que su juego sea fluido, pretender
desmotivarlo aplicándole una serie de imprecaciones, si su juego es inferior al
de mi equipo realizar observaciones abiertas aludiendo a sus incapacidades
mediante escarnios; y en menor medida, alentar a los animados, aunque sólo en
caso de conformidad plena con su juego, en caso contrario, y con más intensidad
incluso que contra árbitros o contrarios, se les indicarán una serie de
directrices para mejorar el rendimiento que a su vez estarán acompañadas de
recordatorios asociados al patriotismo de escudos y colores y con sus
respectivos agravios”. Por si no te habías dado cuenta, estoy de broma… He
pretendido exagerarlo mucho. Pero con esto me gustaría recordar que en todos
los campos debe haber un punto de inflexión, motivado por los miembros de los
propios clubes, para erradicar ciertas conductas o lenguajes utilizados, y
sancionarlos o condenarlos de alguna forma. Hay que cambiar el chip. Os invito
a que, si realmente amáis el deporte, sirváis de ejemplo, y si sois de los que
gritáis, por favor la próxima vez intentad mantener la compostura, porque eso
representa la imagen de un club y una comunidad, que se asocian a un pueblo o
ciudad.
Mi consejo para padres y entrenadores es servir de modelos de
integridad, control de emociones con respecto al deporte. Educar para la
diversión creativa. Y en el momento de una falta de autocontrol grave, un
desprecio al rival o a los espectadores, exista una sanción significativa para
erradicar el problema cuanto antes. Mostrarse analíticos y no críticos. A mí me
gusta buscar las causas y los porqués cuando veo un fallo de un tiro a puerta,
o determinar el porqué de la reacción de un jugador o entrenador… Pero en muy
pocas ocasiones pierdo los papeles.
Avanzando en nuestro tema, la falta de autocontrol conlleva riesgos
importantes para el propio jugador, el equipo y por supuesto el contrario… En
el deporte profesional existen medios estadísticos para medir la falta de autocontrol
(en función de la posición ocupada en el campo). Las amonestaciones y las
faltas realizadas, y acumuladas en el historial de un jugador son una buena proposición
para determinar si los jugadores pierden los papeles con más facilidad.
Volviendo al caso de Mario Balotelli (delantero), ha visto 56 tarjetas
amarillas y 8 rojas, creo que no está nada mal… por eso buscan psicólogo.
Para terminar, vamos a rememorar otras “pérdidas de papeles” de
deportistas de élite…
Zinedine Zidane, uno de los mejores futbolistas de la historia le
propinó un cabezazo a Materazzi en la final del Mundial del 2006. Los propios
comentaristas saben que el jugador italiano provocó al francés, pero aún así
condenan la acción de Zidane.
En el año 95, Eric Cantoná después de agredir a un contrario, perdió
los papeles y propinó una patada a un espectador que, probablemente lo
insultaría.
El defensor central del Real Madrid, Pepe, después de crear un penalti
agredió al futbolista del Getafe, Casquero, que estaba tumbado en el suelo. Después
de esa acción, Pepe se ha colgado un cartel de agresivo, del que no ha contribuido
mucho para quitárselo. De Pepe, sus compañeros dicen que es una gran persona, y
es un claro ejemplo de que el autocontrol no mantiene relación con otros
aspectos.
Los que más se supone deberían ser modélicos, también pierden los
papeles algunas veces, como fue el caso de Leo Messi en el Santiago Bernabéu,
que ante la impotencia no se le ocurrió otra cosa que pagarlo contra la afición
del Real Madrid, con un pelotazo.
Alejándonos del fútbol, es difícil ver a Roger Federer perder los
papeles, pero es la muestra de que en algún momento hasta el más ejemplar (con
permiso de Rafa Nadal, claro) se puede derrumbar.
Para acabar, el caso de un entrenador. Si es lamentable verlo en
jugadores, verlo en entrenadores ya es para echarse a llorar. En las imágenes,
Delio Rossi, agrede a un jugador en el banquillo tras tener un pequeño cruce de
palabras.
Y por último, un puñetazo.
jejeje. Buscando vídeos me he encontrado este, que me ha hecho gracia.
El árbitro se lo tomó con humor, que es como se han de tomar estas cosas…
Un fuerte abrazo a tod@s.
Pronto más.
@JuankiLungarán