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miércoles, 16 de abril de 2014

El árbitro… y su soledad.

Los años van pasando y el deporte evoluciona a pasos agigantados. Cambia la forma de verlo, la forma de vivirlo, la moda deportiva, los sistemas de juego, la tecnología que lo rodea, y un sinfín de aspectos. Sin embargo hay algo que nunca cambia, que siempre sigue igual… EL ÁRBITRO. Esa figura tan odiada, que nunca sobresale por su buena actuación, pero que una mala decisión puede hundirlo. Esa figura que nunca se muestra al 100% correcta, que siempre podía haberlo hecho mejor. Ese eterno culpable, ese eterno odiado.



La mayoría de los asistentes a un partido tienen cierta facilidad para cargar con el árbitro. En cuanto toma una decisión que se considera inapropiada comienzan las protestas y los gritos. El árbitro siempre es considerado como un enemigo en el juego para ambos equipos y sus respectivas aficiones. Su criterio nunca parece acertado y en cualquier circunstancia que pueda darse en el juego siempre se sacan varias conclusiones que en pocos casos están acordes con su decisión. Pero esto va más allá, cuando señala algo que se considera como acierto pronto empezamos a escuchar el “¡ya está bien que des una!”. Ni acertando, llegan a acertar del todo. Nadie nunca va a estar totalmente de su parte. Siempre es tratado con hostilidad, insultado, criticado y, desgraciadamente, en los peores casos agredido.

Pero ¿a qué se debe ese odio? Desde aquí me gustaría hacer un breve análisis del porqué. El árbitro es una figura que influye directamente en el juego y resulta muy sencillo hacer de él el protagonista de un encuentro por muchas razones.

En primer lugar, entendemos que sus decisiones marcarán el juego, que beneficiarán o no a mi equipo. Nunca llegamos a considerar totalmente lo que el jugador ha hecho, sino la decisión que ha tomado el árbitro al respecto. En ese caso, está solo.

En segundo lugar, es entendible que tanto los equipos como los jugadores ejerzan presión sobre el árbitro para intentar influir en lo que ha decidido, pero más aún en lo que pueda o no decidir en las próximas acciones del juego. Cuando se ha equivocado nadie duda en hacérselo saber, pero son pocas las veces que se aplauden (sin ironía) sus decisiones correctas.

En tercer lugar, el equipo arbitral (entre 1 y 4 miembros) se encuentra sólo entre fuego cruzado. Son muchos los miembros de un equipo (titulares, suplentes, entrenadores, delegados…) ejerciendo algún tipo de presión, y más aún cuando tienen una afición detrás que alienta sus protestas o aviva el fuego de la intensidad en el juego. Las masas suelen ser anónimas, y resulta muy fácil ser uno entre una multitud. Así el grupo es más fuerte, pero más radical y fanático y con facilidad se pierde el control de la masa.


Por último, la figura del árbitro representa la autoridad, quién tendrá la última palabra en cada situación, y es por ello que adquiera una connotación negativa frente a la que hay que revelarse.

De todo esto, podemos concluir en que todo el mundo tiene un criterio frente a una acción, que todos podrían ser árbitros. Si hay una crítica es porque existe un criterio. Pero ¿quién se atreve a tomar las riendas? Esto ya no resulta tan sencillo…

Pero, ¿quién realmente se ha parado a pensar cómo es ser árbitro? ¿Quién es capaz de imaginar lo piensa un árbitro o cómo procesa la información? La profesión arbitral resulta más dificultosa de lo que la mayoría se ha parado a pensar. La dificultad no es otra que tomar la decisión más acertada en el mínimo periodo de tiempo, teniendo en cuenta todos los factores que condicionan de forma directa o indirecta el juego (presión atmosférica, condición emocional de los jugadores, estudio premeditado del juego de ambos equipos y jugadores, entre otros tantísimos…). Una laboriosa tarea que pocos se han parado a valorar, pero resulta el rol más complicado durante un encuentro.


No puedo acabar el post sin referirme a la educación. La educación que estamos ejerciendo sobre los jóvenes deportistas con respecto a la figura del árbitro. El respeto debe ser primordial, debemos educar para dialogar y no para discutir. Sacaremos más de alguien simplemente hablando o comentando la acción. No debemos caer en las facilidades que proporciona se parte anónima de un tumulto irritable. No debemos adquirir como modelo a los mediáticos, ellos se juegan puestos millonarios y dejan a un lado el respeto. Debemos tener principios y criterios propios y ejercerlos modélicamente para empapar a las futuras generaciones de la importancia del respeto por la figura del árbitro, el juego limpio y el cumplimiento de las normas. Y debemos concebir al árbitro como un educador en el juego. Sólo así conseguiremos seguir avanzando en la evolución de nuestro deporte.

Te recomiendo que si alguna vez estás sentado al lado de un 'energúmeno' de estas características, le invites a que se relaje y disfrute del espectáculo que tiene delante, que se supone que es a lo que ha ido al campo...

Un abrazo.

@JuankiLungaran

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hoy, personalMente

Hoy voy a escribir de la forma más personal, desde una perspectiva que me aborda y que se me hace necesario expresarme. Claro que del mismo modo que sirve de experiencia para mí, me gustaría que mis lectores sintáis empatía para con mi nueva situación... Ahí voy.

Cuando hablamos de un equipo, hablamos de un grupo de personas que interactúan apoyándose unas de otras en la realización de una tarea para conseguir un objetivo. Sin embargo, parece que esta definición deja un poco al margen el lado más humano del equipo. Un equipo está compuesto por personas que en la mayoría de las ocasiones provienen de diferentes lugares y experiencias. Que se han desarrollado bajo criterios o principios diversos y que suman sus capacidades para realizar un fin. Por tanto existe una relación intra e interpersonal entre los miembros de un equipo. Como el tejado de una casa evita las inclemencias del tiempo; las paredes sujetan el peso; las puertas permiten el paso; las ventanas permiten la luz; o la calefacción aporta calor… todo junto forma un hogar. Cada miembro de un equipo aporta una habilidad, un granito de arena a la tarea para conseguir los objetivos.

                A lo que intentaba referirme cuando hablaba del lado más humano, es al desempeño de los roles dentro de un equipo. En el caso de los deportes de equipo, en muchas ocasiones los roles que desempeña cada jugador no están ligados a la aportación en la tarea. Si quitamos la calefacción no se hunde la casa, pero el ambiente será muy frío en invierno. Los goles no son proporcionales a la simpatía; las paradas de un portero no equivalen a más amistades; ni los minutos jugados hacen crecer la empatía. En los equipos hay máximos goleadores, jugadores que juegan mucho y otros que juegan menos, jugadores con más y menos responsabilidades, pero, si todo funciona bien, al llegar al vestuario no es eso lo que debe quedar reflejado. Lo que se ve detrás de la cancha es un grupo de amig@s que disfrutan de la compañía mutua. En los viajes de equipo todos van mezclados, todos aportan lo mismo en sus conversaciones y todos se ríen de las mismas bromas.

                En ocasiones, la vida pone a prueba también a los equipos, y para esto no importa la edad, ni siquiera el nivel de competición. A partir de mañana seré consciente de cómo se va una parte del equipo. Para esto soy nuevo, es una nueva experiencia, y aunque va a ser complicado me voy a empeñar en aprender de ello. Sin embargo me rondan las preocupaciones. Sé que van a ser unos momentos duros para mis jugadoras (de entre 12 y 13 años), pero ¿cómo reaccionarán a medio plazo a esta situación? No sé cómo, lo que sé es que voy a empeñarme en que su refugio sea el deporte, su pequeño equipo. Seguir viéndose las caras para apoyarse unas a otras. No se va una jugadora, se va una amiga, y no saben cuándo volverán a verla… A mí como entrenador se me hace difícil, no quiero imaginarme cómo será para las pobres. La vida les va a dar una lección a todas, a partir de mañana van a ser conscientes de que a veces las cosas se ponen difíciles y hay que hacer sacrificios para seguir adelante… Les va a costar entenderlo.

                Hoy estoy escribiendo de la forma menos “profesional”, quizá sea porque ahora me ha tocado a mí vivir la experiencia. Habrá que hacer de tripas corazón, reaccionar, y aprender.

Confío en servir de apoyo.