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jueves, 16 de junio de 2016

La influencia del resultado.

Antes de comenzar el post, me gustaría matizar sobre dos cosas:

1- Esta reflexión la estoy haciendo a las 3 a.m. después de muchas horas de estudio (XD).

2- Las diferencias entre los términos de entrenador y formador, que aunque pueden ir de la mano muchas veces, considero que existe un matiz fundamental entre ambos; y es que el concepto de formador se va difuminando conforme los grupos humanos van creciendo y promocionando en categoría.
                                
No tengo una dilatada trayectoria como entrenador. Pero en poco tiempo ya me he percatado de la importancia del resultado sobre la valoración final de una temporada. Es cierto que el deporte debe ir sumamente ligado a la formación integral de la persona desde todos los ámbitos que nos definen. Además, ligados a estos, los valores ponen de manifiesto la calidad humana en cuanto a la vivencia del deporte… Sin embargo, por mucho que nos empeñemos en todo esto, el resultado siempre va a definir una temporada, quizás en términos más cuantitativos que cualitativos, si. Pero ahí están. La estadística en el deporte es como el Padre nuestro en el catolicismo.

Es fundamental trabajar en el proceso, en el ‘medio’, en lugar de focalizar nuestra atención sobre el resultado o el ‘fin’. Pero no hay que olvidar los matices que marcan las diferencias entre el deporte escolar y el deporte institucional (no siendo necesario que éste sea profesional). El deporte escolar sienta sus bases sobre el desarrollo íntegro del ser humano. Es importante que el deportista tome raíces cualitativas, focalizando nuestra atención sobre la adquisición de patrones motores básicos, desarrolle sus habilidades y capacidades motrices, así como asentar los cimientos de su aprendizaje técnico-táctico elemental. No obstante, no podemos estancarnos siempre en poner nuestra atención en el proceso, debido a que el aprendizaje, siendo un continuo y globalizador aliado, necesita de alicientes que hagan sentir que los caminos llevan a algún puerto. He ahí el resultado.


En la práctica deportiva, es importante disfrutar y gozar del simple hecho de hacer algo que, se supone, satisface las necesidades del jugador. Sin embargo, la evaluación positiva siempre es una palmadita en la espalda que motiva desde fuera hacia dentro, y te susurra que lo que estás haciendo, lo estás haciendo bien. Si bien es cierto también que, a menudo, son muchas las variables que influyen sobre los resultados (y sobre los procesos); y es posible que el aprendizaje aún esté incompleto…

Es probable que me estén tomando por un resultadista presuntuoso (en absoluto) pero, una pregunta dirigida a usted, querido lector: “Imagine que es entrenador… qué preferiría ¿un equipo que no trabaja bien y obtiene buenos resultados; o un equipo que trabaja duro y de forma adecuada pero no los obtiene?” Lo que sí está claro es que ambas resoluciones son frustrantes, si cabe. Una pesadilla. Siendo francos, en ninguna de ambas opciones se haría justicia.

Cuando uno es entrenador, se da cuenta de muchas más cosas. De repente, se siente la necesidad de analizar todo cuanto rodea a tu equipo. Y a medida que uno toma experiencia, ¡se da cuenta de que hay muchas cosas que analizar! En este sentido, la gestión de un grupo humano siempre es difícil. Podemos empeñarnos en generar un bloque de roles, cohesionado, con espíritu e identidad, que trabaje duro… incluso puede parecer que lo estamos consiguiendo día tras día, entrenamiento tras entrenamiento. Pero si se obtienen malos resultados, si no se cumplen los objetivos, el bloque se empieza a resquebrajar. ¿Por qué? Porque el jugador es ambicioso por naturaleza. Está siempre dispuesto a trabajar duro, pero necesita motivación extrínseca, saborear sus victorias… y cuando no llegan, siente que su trabajo es en balde, que algo no funciona bien. Luego está el perfil/rol de cada miembro del equipo. Aquellos que se sienten una parte pequeña de las victorias tienden a desaparecer rápido. Sin embargo, por muy pequeño que sea el grado de responsabilidad de un rol, ese jugador siempre va a ambicionar más. Esos son los primeros que se revelan.

Cuando las cosas van bien, nunca nadie suele quejarse, da miedo soplar por si se hunde la torre de cartas. Pero cuando van mal, nadie se mira su ombligo. Es fundamental, siempre hacer autocrítica (¿quizás deberíamos poner más empeño en eso en el deporte escolar?). En lo primero que uno se fija cuando pierde es en la labor arbitral (falta total de responsabilidad en el 99,99%* de los casos); y en lo segundo, en la labor del entrenador. Ahí empiezan a caerse los pedacitos de un bloque que tanto nos ha costado construir… evidentemente, como entrenador, hay que sentir el peso de la responsabilidad, pero no te engañes, hay detalles que nadie puede controlar, rincones donde el cepillo no llega a barrer, cosas que dependen de las responsabilidades de otros.
*Estimación realizada sin ninguna fundamentación.



Lo más importante es tener tu conciencia tranquila. Hacer una evaluación personal de tu trabajo. Ver qué deberías cambiar. Pero si consideras que el grueso de tu labor ha sido acertado, no te castigues. Los resultados os han condicionado, y han ido martilleando al equipo… Y no importa el empeño que le pongas, todo fluye cuando la cosa va bien, cuando hay aliento. Pero en cuanto hay oleaje, hay muchos que se tiran pronto por la borda.

Si te ha ocurrido esto, quizás es el momento de que tu equipo cambie de método.

“Si tus soldados te temen, lucharán por ti. Si tus soldados te aman, morirán por ti”. Lao Tse.

Sigamos aprendiendo.


@JuankiLungaran

viernes, 17 de octubre de 2014

¿Los engranajes del juego se oxidan? ¡Engrásalos con cohesión!

Los éxitos deportivos… los éxitos siempre están sujetos a numerosas variables, jugadores disciplinados, entrenamientos bien planificados, intensidad en el trabajo diario, coordinación del juego, momentos decisivos bien gestionados… y un sinfín de elementos que hacen que un equipo (o jugador) toque el cielo. Concretamente en los deportes de equipo, normalmente los entrenadores pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose de crear un modelo de juego ajustado a las cualidades de sus jugadores, de cómo deben estructurarlo para trabajarlo de la forma más eficaz, de que sus jugadores comprendan los contenidos de ese modelo, la calidad de los entrenamientos… y otro sinfín de componentes y exigencias (inalcanzables muchas veces) para lograr conseguir los objetivos.

Sin embargo, en muchas ocasiones esa preocupación por encajar las piezas que componen ese gran puzle que es el propio juego, deja a un lado otras que facilitan la interacción de todas las partes. En este caso, podemos hablar de elementos grupales, puramente humanos y sociales, que engrasan la maquinaria del propio ritmo diario y el trabajo técnico-táctico. Trabajar los elementos de tipo afectivo, las relaciones interpersonales, la propia cohesión facilita el tránsito a la comprensión, coordinación y solidaridad del juego. Los jugadores trabajarán mejor y se desarrollarán de forma más efectiva en un campo que los dote de confort, frente a un clima que no les aporte confianza. Como he mencionado anteriormente, en pocas ocasiones los entrenadores o monitores son conscientes de la importancia de esta variable del juego, bien por desconocimiento o falta de formación; por falta de tiempo físico; o en otras ocasiones por desestimarlo como algo insignificante. Muchos de nuestros entrenadores, y entrenadores que ejercen en la actualidad basan sus modelos de trabajos en experiencias vividas en sus etapas de juego o sirviéndose de entrenadores propios del pasado como modelos. Debemos ser conscientes de la evolución, y aprender a reciclarnos día a día. El acomodamiento sobre las propias creencias y vivencias resulta ser un sistema docente anticuado que estanca el deporte en el mismo punto a lo largo del tiempo. En este caso debemos recurrir a la evaluación continua para percibir los puntos que flaquean en el clima afectivo del grupo.

Está demostrado mediante un gran número de estudios de diferentes modalidades deportivas de deportes de equipo, que la cohesión de un equipo potencia el rendimiento de su juego deportivo. Sin embargo, en muchas ocasiones es muy difícil conseguir crear un clima favorable entre los propios miembros del equipo o grupo, para ello hay que aprender a gestionar todas las figuras y perfiles (tipos de jugadores y caracteres) que componen al grupo. Cada miembro interpreta un rol en el grupo, y hay que aprender a potenciar ese rol para que aporte lo mejor de sí mismo. La figura más influyente en un grupo es el líder, que en la mayoría de las ocasiones asume su papel de forma natural. El líder por tanto sirve como modelo al resto del grupo, y su opinión o forma de actuar marcará al resto. No obstante, dentro de un mismo grupo pueden existir dos o más líderes, que de no saber trabajar la complementación entre todos ellos fácilmente puede generar enfrentamientos o climas desfavorables para el equipo (subgrupos, discusiones…) por la propia naturaleza. La misión de un entrenador en este caso es la gestión pura. El entrenador debe reconocer todas las figuras y anticiparse a todo lo que pueda suceder. Para ello debe mantenerse constantemente comunicado con ellos, hacerles partícipes de un propio objetivo, y de algún modo responsables de alcanzarlo. Para ello hay que estructurar sus liderazgos, estableciendo de forma ordenada sus funciones como líderes. El líder debe aprender a liderar, no a imponer su criterio, mostrándose asertivo y empático, a la vez que sensato y coherente.

La cohesión como podemos comprobar resulta fundamental para crear un ambiente de trabajo favorable. Más allá, lo que cada entrenador debe pretender conseguir de su equipo no es sólo la cordialidad mutua. El trabajo va más allá del “que fuera se lleven como quieran, pero aquí que se respeten y hagan lo mejor para el equipo”, porque un equipo no se compone sólo de dos piezas. El objetivo es, como bien he mencionado antes, encontrar un clima confortable en el vestuario, los jugadores deben compartir unos objetivos, unas realidades, cada uno debe asumir su papel y dar lo mejor de sí mismo para alcanzarlo. Los jugadores deben encontrarse en familia. Una familia se protege, comparte los problemas, celebra los éxitos. Una familia posee la misma IDENTIDAD. Dotar al equipo de una identidad común es un punto favorable en la cohesión. Cualquier nimiedad que pueda crear una identidad común dentro de un grupo hay que tratar de aplicarla (establecer un patrón común de vestimenta, de conducta, verbal…), en definitiva crear estímulos que interpreten como propios de su equipo o grupo y con el que se sientan a gusto.

Por último, ¿debemos trabajar la cohesión y la identidad en deporte base? La respuesta es un rotundo SI. Aunque nuestro objetivo no sea generar rendimiento deportivo o competitivo, la cohesión siempre va a generar motivación generalizada, ganas de ver a los compañeros, comprensión ante los problemas comunes, solidaridad y cooperación con el grupo, establecimiento de objetivos comunes, etc. etc. etc.
En definitiva, debemos luchar por implantar modelos que generen equipos, y dentro de ellos saber gestionar cada rol que desempeñen nuestros jugadores. Ésta puede ser la solución a muchos problemas de tipo asistencial, o de intensidad y calidad de los entrenamientos, y trabajar la cohesión en un grupo no supone ningún riesgo para trabajar con el grupo. Cualquier elemento puede ser importante, sólo hay que encontrar el punto en común y potenciarlo, es la clave para encontrar el éxito.

Un abrazo a todos y ¡hasta la próxima!
@juankilungaran

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Hoy, personalMente

Hoy voy a escribir de la forma más personal, desde una perspectiva que me aborda y que se me hace necesario expresarme. Claro que del mismo modo que sirve de experiencia para mí, me gustaría que mis lectores sintáis empatía para con mi nueva situación... Ahí voy.

Cuando hablamos de un equipo, hablamos de un grupo de personas que interactúan apoyándose unas de otras en la realización de una tarea para conseguir un objetivo. Sin embargo, parece que esta definición deja un poco al margen el lado más humano del equipo. Un equipo está compuesto por personas que en la mayoría de las ocasiones provienen de diferentes lugares y experiencias. Que se han desarrollado bajo criterios o principios diversos y que suman sus capacidades para realizar un fin. Por tanto existe una relación intra e interpersonal entre los miembros de un equipo. Como el tejado de una casa evita las inclemencias del tiempo; las paredes sujetan el peso; las puertas permiten el paso; las ventanas permiten la luz; o la calefacción aporta calor… todo junto forma un hogar. Cada miembro de un equipo aporta una habilidad, un granito de arena a la tarea para conseguir los objetivos.

                A lo que intentaba referirme cuando hablaba del lado más humano, es al desempeño de los roles dentro de un equipo. En el caso de los deportes de equipo, en muchas ocasiones los roles que desempeña cada jugador no están ligados a la aportación en la tarea. Si quitamos la calefacción no se hunde la casa, pero el ambiente será muy frío en invierno. Los goles no son proporcionales a la simpatía; las paradas de un portero no equivalen a más amistades; ni los minutos jugados hacen crecer la empatía. En los equipos hay máximos goleadores, jugadores que juegan mucho y otros que juegan menos, jugadores con más y menos responsabilidades, pero, si todo funciona bien, al llegar al vestuario no es eso lo que debe quedar reflejado. Lo que se ve detrás de la cancha es un grupo de amig@s que disfrutan de la compañía mutua. En los viajes de equipo todos van mezclados, todos aportan lo mismo en sus conversaciones y todos se ríen de las mismas bromas.

                En ocasiones, la vida pone a prueba también a los equipos, y para esto no importa la edad, ni siquiera el nivel de competición. A partir de mañana seré consciente de cómo se va una parte del equipo. Para esto soy nuevo, es una nueva experiencia, y aunque va a ser complicado me voy a empeñar en aprender de ello. Sin embargo me rondan las preocupaciones. Sé que van a ser unos momentos duros para mis jugadoras (de entre 12 y 13 años), pero ¿cómo reaccionarán a medio plazo a esta situación? No sé cómo, lo que sé es que voy a empeñarme en que su refugio sea el deporte, su pequeño equipo. Seguir viéndose las caras para apoyarse unas a otras. No se va una jugadora, se va una amiga, y no saben cuándo volverán a verla… A mí como entrenador se me hace difícil, no quiero imaginarme cómo será para las pobres. La vida les va a dar una lección a todas, a partir de mañana van a ser conscientes de que a veces las cosas se ponen difíciles y hay que hacer sacrificios para seguir adelante… Les va a costar entenderlo.

                Hoy estoy escribiendo de la forma menos “profesional”, quizá sea porque ahora me ha tocado a mí vivir la experiencia. Habrá que hacer de tripas corazón, reaccionar, y aprender.

Confío en servir de apoyo.