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jueves, 4 de junio de 2015

El deporte de base y "la lucha con sus papás".

Desde hace ya varias décadas el Deporte de Base (DB) ocupa un tiempo de ocio vital para millones de jóvenes en todo el Mundo. Fútbol, baloncesto, balonmano, tenis, voleibol, y otras decenas de modalidades deportivas de competición y de rendimiento crean un montón de oportunidades formativas para todos y cada uno de los jóvenes deportistas que militan en clubes, escuelas deportivas, patronatos… Afortunadamente, la ciencia, la investigación y el conocimiento van ampliando sus fronteras incluyendo, por supuesto, el mundo del deporte y la actividad física.

Los entrenadores y monitores del DB son cada día (o al menos deben ser) más eficientes en su trabajo gracias a que año tras año su formación se va ampliando en función de todas las influencias que van recibiendo desde diversas fuentes de información. Todos y cada uno de ellos deben ser conscientes de que su forma de transmitir el deporte; el qué y el cómo la enseñanza de todos los aspectos, ha evolucionado. Ahora también, afortunadamente existe un cuándo, un para qué y por supuesto un porqué. El entrenador debe ser exigente, debe saber hasta dónde llegan sus conocimientos y hasta dónde llegan los de su equipo. Debe fijarse objetivos reales y luchar para conseguirlos, y debe hacérselos saber a aquellos que están a cargo de alcanzar la meta. La evolución es un paso fundamental en la experiencia de un formador, y debe ser consciente de su propio pasado, presente y futuro.

Aunque de los entrenadores podríamos escribir líneas y líneas infinitas, este artículo tiene como objeto el análisis de otra figura fundamental en el ámbito del DB: los Padres. La información con respecto a todas modalidades deportivas va en aumento cada día, y de hecho los entrenadores y clubes se “profesionalizan” más y más en su búsqueda de la excelencia. Sin embargo, a menudo obviamos que las relaciones en el funcionamiento de un equipo no son dualistas (entrenador-jugador), sino que en realidad éste vínculo está formado por un triángulo que se mantiene en constante contacto, directo o indirecto (entrenador-jugador-padres).

A pesar de que desafortunadamente este no es uno de los temas más extendidos y conocidos en el ámbito deportivo, surgen cada día más investigaciones y propuestas para que los padres puedan “formarse” en el rol que ocupan para con el DB de sus hij@s. Ya en 1987, Hellsted clasificó los diferentes tipos de roles que ocupan los padres, quedando de la siguiente forma: Baja Implicación, Moderados, y Sobre-Implicados. Más adelante, en el año 2001 Smoll consiguió realizar una clasificación más extensa y completa de los diversos tipos de roles más negativos, en el que según él los padres en el mundo del DB podrían ser: Desinteresados, Excesivamente Críticos, Vociferantes, Entrenadores de Grada y Sobreprotectores.

            Sabemos que los padres, de una forma y otra, se manifiestan con sus hijos en cuanto a su deporte, y de algún modo se implican, pero ¿qué es la implicación parental en el DB? Podríamos describirla de forma escueta como la relación que los padres generan en su intervención con el entorno deportivo de sus hij@s, considerándose generadores constantes e influyentes emocionalmente en todas las dimensiones de esa relación. Aunque aún se podría ahondar bastante más para conseguir una definición más exacta…

            Sin embargo, aunque todos los padres consideran el deporte como algo importante para la salud de sus hijos (o al menos tienen esa información), un amplísimo porcentaje de ellos lo concibe principalmente como una mera forma de ocio; un hobbie al que sólo sus hijos pueden tener acceso después de haber llevado a cabo sus “obligaciones”. ¿Y esto es correcto? Aunque a priori pueda parecer una sentencia muy lógica, lo cierto es que no es correcto, es un error. Los entrenadores siempre van a querer que sus pupilos rindan en el campo, pero por supuesto desean que sus jugadores rindan académicamente; al fin y al cabo, todos no pueden llegar a ser deportistas de élite, y un jugador que obtenga buenos resultados tenderá a ser más organizado, responsable, atento... En este punto entrenadores y padres están totalmente de acuerdo. No obstante, a menudo existen problemas… Yo siempre les digo a mis jugadoras que “la voluntariedad deja de existir cuando se convierte en compromiso: lo voluntario es decidir si me comprometo o no”. Esto implica muchas variables, porque siempre, al inicio de la pretemporada, la ilusión aflora de cada persona forjándose ideas futuras sobre el desenlace de toda la campaña, pero la temporada es larga, y existen muchos acontecimientos que la van marcando…

            L@s jóvenes deportistas durante su curso sufren momentos o épocas marcadas por el volumen de trabajo y el estrés o ansiedad que lo acompañan. Para lo cual la mayoría tienen cierta tendencia a aparcar el deporte que practican para centrar su atención en sus estudios (aunque hoy en día pueden aparcar el deporte pero no el uso de móviles u ordenadores…). Esto, generalmente, está bien concebido por los padres, que ven como sus hij@s apuestan por el rendimiento académico y para ellos es suficiente. En otros muchos casos, ante una situación de estrés de este tipo, los propios padres tomarán la iniciativa de, directamente, vetar su práctica deportiva. Pero esto va más allá aún. Porque el deporte, a diferencia de otras disciplinas extraescolares como la música o la danza entre otras, está concebido socialmente como algo menos significativo, está más acuñado al ocio porque suele resultar divertido… ERROR. Vayamos más allá. El deporte puede ser divertido pero no siempre, porque supone de un esfuerzo físico alto y prolongado que debe adquirirse con sesiones de preparación. Supone un esfuerzo técnico y táctico que debe aprenderse y comprenderse para poder desempeñar bien el rol de jugador. Supone aprender a autocontrolarse en situaciones de presión, y a mantener un equilibrio emocional para controlar los nervios. En definitiva, supone un proceso de enseñanza-aprendizaje para poder adquirir las aptitudes básicas para la práctica, que deben ir acoplando temporada tras temporada, categoría tras categoría; que requiere una programación anual, una periodización, un diseño de sesiones… del mismo modo que la música, la danza, la pintura o las clases en la escuela de idiomas. Yo siempre digo que unas zapatillas son más baratas que un instrumento musical, y por eso vienen las prioridades. Que nadie se confunda, que no estoy en contra de nada, tengo varios amigos músicos y los admiro a ellos y a su trabajo. Pero cada cosa al lugar que debe corresponderle.

Si eres entrenador, o padre de un joven deportista (rebelde), te estarás preguntando ¿Cómo podría resolver este problema? Aquí te dejo 4 consejos que te serán de gran ayuda.

1- CREA UN VÍNCULO CON EL GRUPO DE PADRES.
Trabajando ellos, manteniendo contacto e intentando hacerles ver la importancia (no solo para la salud) que tiene cada miembro en un equipo. Establecer contacto con los padres puede ser la solución a todos tus problemas. Puede que no se muestren atentos, o incluso manifiesten desinterés por lo tu labor. Sé inteligente y piensa que eso te estará dando información directa sobre sus hij@s. Y nunca intentes enseñarles a educarlos. Puedes intentar ser parte de la solución, pero evita ser parte del problema.

2- GENERA UN CLIMA ADECUADO PARA PADRES E HIJ@S.
Si perteneces a algún club, sugiere que se organicen eventos o actividades que integren a las figuras parentales como parte del mismo. Un club con padres es un club con recursos. Intenta establecer reuniones periódicas con ellos para hablarles sobre tu rol, y contarles cómo vas a planificar la temporada y qué esperas del grupo de trabajo. Durante estas reuniones, actúa como canalizador, intenta aportar soluciones a problemas que puedan estar teniendo con sus hij@s, esto puede servirte como medio de consulta ante algún problema. Trata de despertar un sentimiento de pertenencia a un grupo social, porque aumentarás el confort y crearás un clima de seguridad que sea importante para sus miembros.

3- DEBES SERVIR DE MODELO.
            Es fundamental que des lo que quieres conseguir. Para ello tendrás que mantener la compostura en situaciones que supongan estrés para ti mismo. El autocontrol emocional es fundamental para no caer en la crítica fácil, o en el insulto que tanto daña el deporte. Debes ser consciente de que eso no contribuye a mejorar ningún aspecto, sólo sirve como excusa para argumentar otros aspectos que pueden no haberse trabajado bien. Además no es justo que padres que no apoyan se muestren críticos, hagan juicios de valor o manifiesten abiertamente sus opiniones, mostrando un interés repentino que se disipará en unas horas…

            4- SÉ CONSCIENTE DE CUÁL ES TU POSICIÓN.
            Créetelo. Porque tú eres el entrenador y siempre buscarás lo mejor para tus pupil@s. Toma tus propias decisiones, aunque puedas dar opción al consejo. Si te equivocas, no pasa nada, eres humano, rectifica y pide perdón si es necesario. Y si necesitas ayuda, pídela. Con los padres muestra una actitud didáctica y enriquecedora. Demuéstrales cómo motivar a sus hij@s, cómo deben hablarles antes y después de la competición. Muéstrate abierto ante cualquier consulta.

            Aunque me estoy extendiendo, no quiero terminar sin hablar del castigo. Esa arma que los padres utilizan como recurso cuando algo no va bien con sus hij@s, porque “es lo que más le gusta y lo que más le duele”. Lo cierto es que resulta poco creativo y en cierto modo un síntoma de “despreocupación” castigar a l@s hij@s sin hacer deporte. Es impensable que un deportista no rinda académicamente por el hecho de hacer deporte, y más aún hoy (un español pasa de media 193 minutos mirando su teléfono). Respecto al castigo yo siempre digo que más vale prevenir que curar, refiriéndome a que quizás debemos prestar más (pre)atención:
·         Ayuda a organizar su planning semanal, para que sepa qué horas tiene ocupadas y cuáles no y que las aproveche para rendir en sus estudios. Con “siéntate y céntrate” no es suficiente. Si puede hacerse un cuadrante físico mejor, así no dejará las cosas para última hora.
·         Dialoga. Interésate por sus estudios y sus preocupaciones para que pueda liberarse. Así podrás hacer un seguimiento de exámenes, deberes y trabajos.
·         Muestra apoyo y empatía, y participa activamente. Ayuda a que comprenda que el mundo no se detiene cuando él/ella lo necesite, hay que cumplir con las obligaciones y los compromisos, porque hay tiempo para todo. ¡Sé motivador!
·         Anima a que utilice el deporte para liberar estrés. Le ayudará a despejarse un rato, y volver con las pilas cargadas.
·         Si aún así no le queda tiempo suficiente, bastará con una breve charla con el/la entrenador/a que seguro que le dará el tiempo suficiente.

Lo cierto es que hoy en día, el castigo puede resultar más sencillo de lo que pudiera ser antes. Ahora limitar o prohibir el uso de internet, móviles o tablets supone un arma de castigo importante en la era de la comunicación (demasiada). Podemos limitar el uso, controlando cuando sea necesario, para realizar deberes, pero sin olvidar que en una biblioteca podrían encontrar esa misma información; o también limitar o prohibir las salidas o actividades de puro ocio…
Por último y respecto a esto, el entrenador puede servir de consejero para sugerir o llegar a acuerdos de castigo que permitan que no falte a entrenar, porque después de todo debemos ser conscientes de que el resto de compañer@s no tienen la culpa y así se limitan los recursos del grupo de trabajo y se progresa más lentamente.

Me despido con un abrazo para tod@s, como siempre.

@JuankiLungarán.

miércoles, 16 de abril de 2014

El árbitro… y su soledad.

Los años van pasando y el deporte evoluciona a pasos agigantados. Cambia la forma de verlo, la forma de vivirlo, la moda deportiva, los sistemas de juego, la tecnología que lo rodea, y un sinfín de aspectos. Sin embargo hay algo que nunca cambia, que siempre sigue igual… EL ÁRBITRO. Esa figura tan odiada, que nunca sobresale por su buena actuación, pero que una mala decisión puede hundirlo. Esa figura que nunca se muestra al 100% correcta, que siempre podía haberlo hecho mejor. Ese eterno culpable, ese eterno odiado.



La mayoría de los asistentes a un partido tienen cierta facilidad para cargar con el árbitro. En cuanto toma una decisión que se considera inapropiada comienzan las protestas y los gritos. El árbitro siempre es considerado como un enemigo en el juego para ambos equipos y sus respectivas aficiones. Su criterio nunca parece acertado y en cualquier circunstancia que pueda darse en el juego siempre se sacan varias conclusiones que en pocos casos están acordes con su decisión. Pero esto va más allá, cuando señala algo que se considera como acierto pronto empezamos a escuchar el “¡ya está bien que des una!”. Ni acertando, llegan a acertar del todo. Nadie nunca va a estar totalmente de su parte. Siempre es tratado con hostilidad, insultado, criticado y, desgraciadamente, en los peores casos agredido.

Pero ¿a qué se debe ese odio? Desde aquí me gustaría hacer un breve análisis del porqué. El árbitro es una figura que influye directamente en el juego y resulta muy sencillo hacer de él el protagonista de un encuentro por muchas razones.

En primer lugar, entendemos que sus decisiones marcarán el juego, que beneficiarán o no a mi equipo. Nunca llegamos a considerar totalmente lo que el jugador ha hecho, sino la decisión que ha tomado el árbitro al respecto. En ese caso, está solo.

En segundo lugar, es entendible que tanto los equipos como los jugadores ejerzan presión sobre el árbitro para intentar influir en lo que ha decidido, pero más aún en lo que pueda o no decidir en las próximas acciones del juego. Cuando se ha equivocado nadie duda en hacérselo saber, pero son pocas las veces que se aplauden (sin ironía) sus decisiones correctas.

En tercer lugar, el equipo arbitral (entre 1 y 4 miembros) se encuentra sólo entre fuego cruzado. Son muchos los miembros de un equipo (titulares, suplentes, entrenadores, delegados…) ejerciendo algún tipo de presión, y más aún cuando tienen una afición detrás que alienta sus protestas o aviva el fuego de la intensidad en el juego. Las masas suelen ser anónimas, y resulta muy fácil ser uno entre una multitud. Así el grupo es más fuerte, pero más radical y fanático y con facilidad se pierde el control de la masa.


Por último, la figura del árbitro representa la autoridad, quién tendrá la última palabra en cada situación, y es por ello que adquiera una connotación negativa frente a la que hay que revelarse.

De todo esto, podemos concluir en que todo el mundo tiene un criterio frente a una acción, que todos podrían ser árbitros. Si hay una crítica es porque existe un criterio. Pero ¿quién se atreve a tomar las riendas? Esto ya no resulta tan sencillo…

Pero, ¿quién realmente se ha parado a pensar cómo es ser árbitro? ¿Quién es capaz de imaginar lo piensa un árbitro o cómo procesa la información? La profesión arbitral resulta más dificultosa de lo que la mayoría se ha parado a pensar. La dificultad no es otra que tomar la decisión más acertada en el mínimo periodo de tiempo, teniendo en cuenta todos los factores que condicionan de forma directa o indirecta el juego (presión atmosférica, condición emocional de los jugadores, estudio premeditado del juego de ambos equipos y jugadores, entre otros tantísimos…). Una laboriosa tarea que pocos se han parado a valorar, pero resulta el rol más complicado durante un encuentro.


No puedo acabar el post sin referirme a la educación. La educación que estamos ejerciendo sobre los jóvenes deportistas con respecto a la figura del árbitro. El respeto debe ser primordial, debemos educar para dialogar y no para discutir. Sacaremos más de alguien simplemente hablando o comentando la acción. No debemos caer en las facilidades que proporciona se parte anónima de un tumulto irritable. No debemos adquirir como modelo a los mediáticos, ellos se juegan puestos millonarios y dejan a un lado el respeto. Debemos tener principios y criterios propios y ejercerlos modélicamente para empapar a las futuras generaciones de la importancia del respeto por la figura del árbitro, el juego limpio y el cumplimiento de las normas. Y debemos concebir al árbitro como un educador en el juego. Sólo así conseguiremos seguir avanzando en la evolución de nuestro deporte.

Te recomiendo que si alguna vez estás sentado al lado de un 'energúmeno' de estas características, le invites a que se relaje y disfrute del espectáculo que tiene delante, que se supone que es a lo que ha ido al campo...

Un abrazo.

@JuankiLungaran

viernes, 4 de octubre de 2013

Juega como sabes, y pase lo que pase ¡NO PIERDAS LOS PAPELES!

Hace unos días saltó una noticia que me impactó bastante: “el Milán buscaba psicólogo para Mario Balotelli”. Para aquellos que, por lo que sea, no conozcan el perfil de éste jugador italiano, de forma resumida podemos definirlo como un jugador que carece del sentido de las normas que sean impuestas por agentes externos a su propia persona. El excéntrico futbolista, en el campo se muestra con una agresividad extrema, y hace gala de ella en cualquier situación que perciba como nociva para él. Jugadores contrarios, árbitros, entrenadores e incluso compañeros han sufrido y aguantado alguno de sus irreflexivos y belicosos episodios.

A partir de aquí, cabe preguntarse la causa de esta personalidad tan peculiar… Hijo de inmigrantes ghaneses, su familia biológica tuvo que darlo en adopción a los Balotelli para asegurar su futuro. Con el paso de los años, Mario alcanzó la élite futbolística, y sus padres biológicos, los Barwuah exigieron su regreso. Con todo esto (y sin querer seguir indagando), es muy probable que el joven deportista haya sufrido diversas inestabilidades familiares que han forjado su personalidad. Por otra parte, probablemente consciente de sus dificultades socioeconómicas del pasado, Mario Balotelli también se caracteriza por sus actos de solidaridad. Sin dar muchos rodeos por la red, he encontrado un ‘Ranking con las 50 locuras de Mario Balotelli’, juzgad vosotros mismos Lista de Locuras de Balotelli. Ni que decir tiene que su talento es indiscutible, por ese motivo sigue ejerciendo su labor en la élite… pero a qué precio para los clubes.


Volviendo al tema, en cuestión. ¿Cuál es el problema que persigue a Balotelli? EL AUTOCONTROL. ¿Y qué es el autocontrol? Aunque la propia palabra lleva implícito el significado, vamos a ver de qué forma se puede expresar. El autocontrol se define como la habilidad de controlar las propias emociones, comportamientos, deseos e impulsos. En palabras llanas, es el fenómeno por el cual un deportista (en nuestro caso) se retiene a sí mismo para no decir o hacer todo lo que se le pasa por la cabeza durante un “calentón”.
Mario Balotelli ha sido el ejemplo a exponer en el post, sin embargo existen muchísimos casos que ponen en evidencia la falta de autocontrol de muchos deportistas, y aquí no sólo hay que referirse al fútbol. Al final del post veremos algunos.

El caso es que el autocontrol no es un defecto genético que el capricho del azar inserta a uno de cada cincuenta seres humanos (yo diría que bastantes menos, pero bueno, por poner algo). No, de ninguna manera. Aunque muchos piensen que sí… como por ejemplo los padres de esos jóvenes deportistas, que son líderes de sus respectivos equipos que dicen llenos de orgullo: “Ay, mi Jonathan… Con ese pronto y ese carácter que me ha salido… ¡algún día va a acabar con nosotros! Jajajaja…”. Y muchas más frases como estas que ni os imagináis. A mí desde luego, de lo único que me dan ganas es de coger a ese tipo de padres, encerrarlos en una habitación y darles un par de clases de implicación parental, ¡pero bien dadas!

A lo que voy (que no sé cómo lo hago pero siempre acabo yéndome por las ramas) es a que el autocontrol tiene unas causas definidas, que pueden clasificarse en dos apartados: internas y externas. En las causas internas simplemente hay que destacar el equilibrio emocional actual que tiene el deportista: presión, estrés, ansiedad… Por otra parte, las causas externas son las que condicionan la conducta del deportista desde una perspectiva ajena a su control: situación sentimental o familiar, presión de los medios de comunicación… entre otras.
Una educación en valores de autocontrol ayudará a forjar en la propia personalidad criterios de autorregulación del control. El hecho de saber reprimirse para evitar estallar en cólera, o decir cosas de las que luego puedan arrepentirse son herramientas que constituyen un equilibrio emocional para el propio ser, y que deben canalizarse de formas más constructivas. Por consiguiente, la estabilidad emocional será inversamente proporcional al autocontrol, y será el principio regulador del mismo. A todo esto, hay que añadir que la disciplina juega un papel fundamental en el autocontrol. Pero del mismo modo, también influye directamente la imitación de un modelo, que paulatinamente irá construyendo en el sujeto unos patrones de reacción erróneos cuando entienda que le perjudica una determinada decisión o acción. Un ejemplo muy extendido y que todos conocemos es el de esos padres que se enfadan con sus hijos porque tienen una mala reacción. Luego los cogen y se los llevan a ver un partido, para “animar a su equipo”. Mentira. En esos momentos de pasión, el papá se olvida de su hijo, y tras una acción reconocida como nociva comienza a expulsar por su boca una serie de adjetivos calificativos que, al día siguiente el niño repasará en el patio de recreo cuando le hagan una falta. Y qué decir de los aspavientos que hacemos con las manos…

No sé cómo se animará en el resto del mundo, pero en España la RAE debería revisar el significado que le damos al término “animar”. Entre varios significados se define como “infundir energía moral a alguien”, aunque en este contexto, creo que debería sustituirse por “acudir al visionado de un partido con el propósito de criticar las decisiones del árbitro, y del mismo modo mencionar en voz alta la profesión de alguno de sus familiares; analizar el juego del contrario para: en el caso de que su juego sea fluido, pretender desmotivarlo aplicándole una serie de imprecaciones, si su juego es inferior al de mi equipo realizar observaciones abiertas aludiendo a sus incapacidades mediante escarnios; y en menor medida, alentar a los animados, aunque sólo en caso de conformidad plena con su juego, en caso contrario, y con más intensidad incluso que contra árbitros o contrarios, se les indicarán una serie de directrices para mejorar el rendimiento que a su vez estarán acompañadas de recordatorios asociados al patriotismo de escudos y colores y con sus respectivos agravios”. Por si no te habías dado cuenta, estoy de broma… He pretendido exagerarlo mucho. Pero con esto me gustaría recordar que en todos los campos debe haber un punto de inflexión, motivado por los miembros de los propios clubes, para erradicar ciertas conductas o lenguajes utilizados, y sancionarlos o condenarlos de alguna forma. Hay que cambiar el chip. Os invito a que, si realmente amáis el deporte, sirváis de ejemplo, y si sois de los que gritáis, por favor la próxima vez intentad mantener la compostura, porque eso representa la imagen de un club y una comunidad, que se asocian a un pueblo o ciudad.
Mi consejo para padres y entrenadores es servir de modelos de integridad, control de emociones con respecto al deporte. Educar para la diversión creativa. Y en el momento de una falta de autocontrol grave, un desprecio al rival o a los espectadores, exista una sanción significativa para erradicar el problema cuanto antes. Mostrarse analíticos y no críticos. A mí me gusta buscar las causas y los porqués cuando veo un fallo de un tiro a puerta, o determinar el porqué de la reacción de un jugador o entrenador… Pero en muy pocas ocasiones pierdo los papeles.

Avanzando en nuestro tema, la falta de autocontrol conlleva riesgos importantes para el propio jugador, el equipo y por supuesto el contrario… En el deporte profesional existen medios estadísticos para medir la falta de autocontrol (en función de la posición ocupada en el campo). Las amonestaciones y las faltas realizadas, y acumuladas en el historial de un jugador son una buena proposición para determinar si los jugadores pierden los papeles con más facilidad. Volviendo al caso de Mario Balotelli (delantero), ha visto 56 tarjetas amarillas y 8 rojas, creo que no está nada mal… por eso buscan psicólogo.

Para terminar, vamos a rememorar otras “pérdidas de papeles” de deportistas de élite…

Zinedine Zidane, uno de los mejores futbolistas de la historia le propinó un cabezazo a Materazzi en la final del Mundial del 2006. Los propios comentaristas saben que el jugador italiano provocó al francés, pero aún así condenan la acción de Zidane.



En el año 95, Eric Cantoná después de agredir a un contrario, perdió los papeles y propinó una patada a un espectador que, probablemente lo insultaría.



El defensor central del Real Madrid, Pepe, después de crear un penalti agredió al futbolista del Getafe, Casquero, que estaba tumbado en el suelo. Después de esa acción, Pepe se ha colgado un cartel de agresivo, del que no ha contribuido mucho para quitárselo. De Pepe, sus compañeros dicen que es una gran persona, y es un claro ejemplo de que el autocontrol no mantiene relación con otros aspectos.



Los que más se supone deberían ser modélicos, también pierden los papeles algunas veces, como fue el caso de Leo Messi en el Santiago Bernabéu, que ante la impotencia no se le ocurrió otra cosa que pagarlo contra la afición del Real Madrid, con un pelotazo.



Alejándonos del fútbol, es difícil ver a Roger Federer perder los papeles, pero es la muestra de que en algún momento hasta el más ejemplar (con permiso de Rafa Nadal, claro) se puede derrumbar.



Para acabar, el caso de un entrenador. Si es lamentable verlo en jugadores, verlo en entrenadores ya es para echarse a llorar. En las imágenes, Delio Rossi, agrede a un jugador en el banquillo tras tener un pequeño cruce de palabras.


Y por último, un puñetazo.


jejeje. Buscando vídeos me he encontrado este, que me ha hecho gracia. El árbitro se lo tomó con humor, que es como se han de tomar estas cosas…

Un fuerte abrazo a tod@s.
Pronto más.

@JuankiLungarán