Tras la noticia del ya famoso plátano lanzado a Dani Alves en
el Madrigal, el Villarreal ha puesto en marcha una investigación para detectar
al autor de la acción. Para la sorpresa de muchos. El, hasta hace poco, anónimo
energúmeno, tiene 25 años, y es todo un entrenador de las categorías inferiores
del Villarreal, concretamente del Cadete. Bueno, es no, más bien era, porque el
Club ha decidido cesarlo del cargo, retirarle su carné de socio y prohibirle la
entrada al estadio de por vida. Gran medida, por parte del Villarreal… ¿o no? Lo
cierto es que toda esta situación pone de manifiesto que el club ha puesto poco
interés en valorar la figura de este entrenador. Sé que muchos no estarán de
acuerdo con esto, pero quizá no era merecedor del puesto que ocupaba en un club
que sobresale por encima de miles en España. También podemos concluir de toda
esta situación que muchas veces los papeles no están por encima de las
personas, es decir, que mucha formación no hacen de una persona la mejor
cualificada.
Últimamente se desarrollan cientos de
campañas para potenciar y extender los valores que el deporte necesita de todos
los que lo rodean. Existen campañas antirracismo, antiviolencia, de juego limpio,
de respeto al rival y a los árbitros, etc. Sin embargo, no sabemos diferenciar
en qué punto el problema está viniendo desde fuera, desde los espectadores, o
realmente viene desde dentro…
La preparación técnica, táctica o psicológica son
elementos que ponderan la calidad del fútbol, sin embargo hay otras variantes
que a muchos se les escapan de toda su formación: los valores. La humanidad
debería ser una parte elemental del deporte, debería estar implícita en el
significado de la palabra. La rivalidad
y la competición no son sinónimos de enemistad. Un entrenador (en especial
los de categorías inferiores y escuelas deportivas) debe ser transmisor de valores
positivos, humanitarios y solidarios; pero lo más importante de todo esto es
que el propio entrenador debe creer en el producto que está vendiendo. Todo
esto se convierte en papel mojado cuando la figura principal, el modelo, queda
al descubierto de sus verdaderos principios en los momentos de tensión, cuando pierde el autocontrol. Pero esto
va más allá, en muchas ocasiones la transmisión que se hace hacia los pupilos
está marcada no por lo que se dice, sino por aquello que se transmite, esa comunicación
no verbal pone de manifiesto y transmite subliminalmente la realidad de los
pensamientos.
Hay que considerar la importancia del
personal de las escuelas deportivas, muy infravalorada a pesar de la evolución
del deporte. La cualificación técnica es elemental, sin embargo hay que poner
especial atención a la cualificación humana y personal del entrenador. En las escuelas deportivas no se forman deportistas,
se forman personas que valoran la importancia del deporte en toda su amplitud,
y hay que darle la importancia que merece. Entrenadores y padres, son los
principales modelos y referentes a seguir de una forma u otra, y deben saber
qué tienen que transmitir, y formarse para ello, para conseguir lo que ellos
quieren de sus jóvenes deportistas.
No puedo acabar sin mencionar que Dani
Alves no me parece el mejor transmisor de valores deportivos que pisa los
campos de fútbol, sin embargo hay cosas que no se pueden tolerar, estoy
totalmente de su parte en esto, del mismo modo que en otras ocasiones con Eto’o,
Prince Boateng y otros tantos casos de racismo en el deporte. Me parece
increíble que tanta gente ponga de manifiesto la involución social que aún
queda por erradicar. A todos ellos, lo peor que les deseo es que sus hijos no
sean como ellos…
Los años van pasando y el deporte
evoluciona a pasos agigantados. Cambia la forma de verlo, la forma de vivirlo,
la moda deportiva, los sistemas de juego, la tecnología que lo rodea, y un
sinfín de aspectos. Sin embargo hay algo que nunca cambia, que siempre sigue
igual… EL ÁRBITRO. Esa figura tan
odiada, que nunca sobresale por su buena actuación, pero que una mala decisión
puede hundirlo. Esa figura que nunca se muestra al 100% correcta, que siempre
podía haberlo hecho mejor. Ese eterno
culpable, ese eterno odiado.
La mayoría de los asistentes a un
partido tienen cierta facilidad para cargar con el árbitro. En cuanto toma una
decisión que se considera inapropiada comienzan las protestas y los gritos. El
árbitro siempre es considerado como un enemigo en el juego para ambos equipos y
sus respectivas aficiones. Su criterio nunca parece acertado y en cualquier
circunstancia que pueda darse en el juego siempre se sacan varias conclusiones
que en pocos casos están acordes con su decisión. Pero esto va más allá, cuando
señala algo que se considera como acierto pronto empezamos a escuchar el “¡ya está bien que des una!”. Ni
acertando, llegan a acertar del todo. Nadie nunca va a estar totalmente de su
parte. Siempre es tratado con hostilidad, insultado, criticado y, desgraciadamente,
en los peores casos agredido.
Pero ¿a qué se debe ese odio?
Desde aquí me gustaría hacer un breve análisis del porqué. El árbitro es una
figura que influye directamente en el juego y resulta muy sencillo hacer de él
el protagonista de un encuentro por muchas razones.
En primer lugar, entendemos que sus
decisiones marcarán el juego, que beneficiarán o no a mi equipo. Nunca
llegamos a considerar totalmente lo que el jugador ha hecho, sino la decisión
que ha tomado el árbitro al respecto. En ese caso, está solo.
En segundo lugar, es entendible que
tanto los equipos como los jugadores ejerzan presión sobre el árbitro para
intentar influir en lo que ha decidido, pero más aún en lo que pueda o no
decidir en las próximas acciones del juego. Cuando se ha equivocado nadie
duda en hacérselo saber, pero son pocas las veces que se aplauden (sin ironía)
sus decisiones correctas.
En tercer lugar, el equipo arbitral
(entre 1 y 4 miembros) se encuentra sólo entre fuego cruzado. Son muchos los
miembros de un equipo (titulares, suplentes, entrenadores, delegados…) ejerciendo
algún tipo de presión, y más aún cuando tienen una afición detrás que alienta
sus protestas o aviva el fuego de la intensidad en el juego. Las masas
suelen ser anónimas, y resulta muy fácil ser uno entre una multitud. Así el
grupo es más fuerte, pero más radical y fanático y con facilidad se pierde el
control de la masa.
Por último, la figura del árbitro representa
la autoridad, quién tendrá la última palabra en cada situación, y es por
ello que adquiera una connotación negativa frente a la que hay que
revelarse.
De todo esto, podemos concluir en que
todo el mundo tiene un criterio frente a una acción, que todos podrían ser
árbitros. Si hay una crítica es porque existe un criterio. Pero ¿quién se
atreve a tomar las riendas? Esto ya no resulta tan sencillo…
Pero, ¿quién realmente se ha parado a
pensar cómo es ser árbitro? ¿Quién es capaz de imaginar lo piensa un árbitro o
cómo procesa la información? La profesión arbitral resulta más dificultosa de
lo que la mayoría se ha parado a pensar. La dificultad no es otra que tomar la decisión más acertada en el mínimo
periodo de tiempo, teniendo en cuenta todos los factores que condicionan de
forma directa o indirecta el juego (presión atmosférica, condición emocional de
los jugadores, estudio premeditado del juego de ambos equipos y jugadores,
entre otros tantísimos…). Una laboriosa tarea que pocos se han parado a
valorar, pero resulta el rol más complicado durante un encuentro.
No puedo acabar el post sin referirme a
la educación. La educación que estamos ejerciendo sobre los jóvenes deportistas
con respecto a la figura del árbitro. El respeto debe ser primordial, debemos educar para dialogar y no para
discutir. Sacaremos más de alguien simplemente hablando o comentando la
acción. No debemos caer en las facilidades que proporciona se parte anónima de
un tumulto irritable. No debemos adquirir como modelo a los mediáticos, ellos
se juegan puestos millonarios y dejan a un lado el respeto. Debemos tener
principios y criterios propios y ejercerlos modélicamente para empapar a las
futuras generaciones de la importancia del respeto por la figura del árbitro,
el juego limpio y el cumplimiento de las normas. Y debemos concebir al árbitro
como un educador en el juego. Sólo así conseguiremos seguir avanzando en la
evolución de nuestro deporte.
Te recomiendo que si alguna vez estás sentado al lado de un 'energúmeno' de estas características, le invites a que se relaje y disfrute del espectáculo que tiene delante, que se supone que es a lo que ha ido al campo...
Hace unos días saltó una noticia que me impactó bastante: “el
Milán buscaba psicólogo para Mario Balotelli”. Para aquellos que, por lo que
sea, no conozcan el perfil de éste jugador italiano, de forma resumida podemos
definirlo como un jugador que carece del sentido de las normas que sean
impuestas por agentes externos a su propia persona. El excéntrico futbolista,
en el campo se muestra con una agresividad extrema, y hace gala de ella en
cualquier situación que perciba como nociva para él. Jugadores contrarios,
árbitros, entrenadores e incluso compañeros han sufrido y aguantado alguno de
sus irreflexivos y belicosos episodios.
A partir de aquí, cabe preguntarse la causa de esta personalidad
tan peculiar… Hijo de inmigrantes ghaneses, su familia biológica tuvo que darlo
en adopción a los Balotelli para asegurar su futuro. Con el paso de los años,
Mario alcanzó la élite futbolística, y sus padres biológicos, los Barwuah
exigieron su regreso. Con todo esto (y sin querer seguir indagando), es muy
probable que el joven deportista haya sufrido diversas inestabilidades
familiares que han forjado su personalidad. Por otra parte, probablemente
consciente de sus dificultades socioeconómicas del pasado, Mario Balotelli
también se caracteriza por sus actos de solidaridad. Sin dar muchos rodeos por
la red, he encontrado un ‘Ranking con las 50 locuras de Mario Balotelli’,
juzgad vosotros mismos Lista de Locuras de Balotelli.
Ni que decir tiene que su talento es indiscutible, por ese motivo sigue
ejerciendo su labor en la élite… pero a qué precio para los clubes.
Volviendo al tema, en cuestión. ¿Cuál es el problema que persigue
a Balotelli? EL AUTOCONTROL. ¿Y qué es el autocontrol? Aunque la propia palabra
lleva implícito el significado, vamos a ver de qué forma se puede expresar. El
autocontrol se define como la habilidad de controlar las propias emociones,
comportamientos, deseos e impulsos. En palabras llanas, es el fenómeno por el
cual un deportista (en nuestro caso) se retiene a sí mismo para no decir o
hacer todo lo que se le pasa por la cabeza durante un “calentón”.
Mario Balotelli ha sido el ejemplo a exponer en el post, sin
embargo existen muchísimos casos que ponen en evidencia la falta de autocontrol
de muchos deportistas, y aquí no sólo hay que referirse al fútbol. Al final del post veremos algunos.
El caso es que el autocontrol no es un defecto genético que el
capricho del azar inserta a uno de cada cincuenta seres humanos (yo diría que
bastantes menos, pero bueno, por poner algo). No, de ninguna manera. Aunque
muchos piensen que sí… como por ejemplo los padres de esos jóvenes deportistas,
que son líderes de sus respectivos equipos que dicen llenos de orgullo: “Ay, mi Jonathan… Con ese pronto y ese
carácter que me ha salido… ¡algún día va a acabar con nosotros! Jajajaja…”.
Y muchas más frases como estas que ni os imagináis. A mí desde luego, de lo
único que me dan ganas es de coger a ese tipo de padres, encerrarlos en una
habitación y darles un par de clases de implicación parental, ¡pero bien dadas!
A lo que voy (que no sé cómo lo hago pero siempre acabo yéndome
por las ramas) es a que el autocontrol tiene unas causas definidas, que pueden
clasificarse en dos apartados: internas y externas. En las causas internas
simplemente hay que destacar el equilibrio emocional actual que tiene el
deportista: presión, estrés, ansiedad… Por otra parte, las causas externas son
las que condicionan la conducta del deportista desde una perspectiva ajena a su
control: situación sentimental o familiar, presión de los medios de
comunicación… entre otras.
Una educación en valores de autocontrol ayudará a forjar en la
propia personalidad criterios de autorregulación del control. El hecho de saber
reprimirse para evitar estallar en cólera,
o decir cosas de las que luego puedan arrepentirse son herramientas que
constituyen un equilibrio emocional para el propio ser, y que deben canalizarse
de formas más constructivas. Por consiguiente, la estabilidad emocional será inversamente proporcional al
autocontrol, y será el principio regulador del mismo. A todo esto, hay que
añadir que la disciplina juega un papel fundamental en el autocontrol. Pero del
mismo modo, también influye directamente la imitación de un modelo, que
paulatinamente irá construyendo en el sujeto unos patrones de reacción erróneos
cuando entienda que le perjudica una determinada decisión o acción. Un ejemplo
muy extendido y que todos conocemos es el de esos padres que se enfadan con sus
hijos porque tienen una mala reacción. Luego los cogen y se los llevan a ver un
partido, para “animar a su equipo”. Mentira. En esos momentos de pasión, el
papá se olvida de su hijo, y tras una acción reconocida como nociva comienza a
expulsar por su boca una serie de adjetivos calificativos que, al día siguiente
el niño repasará en el patio de recreo cuando le hagan una falta. Y qué decir
de los aspavientos que hacemos con las manos…
No sé cómo se animará en el resto del mundo, pero en España la RAE
debería revisar el significado que le damos al término “animar”. Entre varios
significados se define como “infundir
energía moral a alguien”, aunque en este contexto, creo que debería
sustituirse por “acudir al visionado de
un partido con el propósito de criticar las decisiones del árbitro, y del mismo
modo mencionar en voz alta la profesión de alguno de sus familiares; analizar
el juego del contrario para: en el caso de que su juego sea fluido, pretender
desmotivarlo aplicándole una serie de imprecaciones, si su juego es inferior al
de mi equipo realizar observaciones abiertas aludiendo a sus incapacidades
mediante escarnios; y en menor medida, alentar a los animados, aunque sólo en
caso de conformidad plena con su juego, en caso contrario, y con más intensidad
incluso que contra árbitros o contrarios, se les indicarán una serie de
directrices para mejorar el rendimiento que a su vez estarán acompañadas de
recordatorios asociados al patriotismo de escudos y colores y con sus
respectivos agravios”. Por si no te habías dado cuenta, estoy de broma… He
pretendido exagerarlo mucho. Pero con esto me gustaría recordar que en todos
los campos debe haber un punto de inflexión, motivado por los miembros de los
propios clubes, para erradicar ciertas conductas o lenguajes utilizados, y
sancionarlos o condenarlos de alguna forma. Hay que cambiar el chip. Os invito
a que, si realmente amáis el deporte, sirváis de ejemplo, y si sois de los que
gritáis, por favor la próxima vez intentad mantener la compostura, porque eso
representa la imagen de un club y una comunidad, que se asocian a un pueblo o
ciudad.
Mi consejo para padres y entrenadores es servir de modelos de
integridad, control de emociones con respecto al deporte. Educar para la
diversión creativa. Y en el momento de una falta de autocontrol grave, un
desprecio al rival o a los espectadores, exista una sanción significativa para
erradicar el problema cuanto antes. Mostrarse analíticos y no críticos. A mí me
gusta buscar las causas y los porqués cuando veo un fallo de un tiro a puerta,
o determinar el porqué de la reacción de un jugador o entrenador… Pero en muy
pocas ocasiones pierdo los papeles.
Avanzando en nuestro tema, la falta de autocontrol conlleva riesgos
importantes para el propio jugador, el equipo y por supuesto el contrario… En
el deporte profesional existen medios estadísticos para medir la falta de autocontrol
(en función de la posición ocupada en el campo). Las amonestaciones y las
faltas realizadas, y acumuladas en el historial de un jugador son una buena proposición
para determinar si los jugadores pierden los papeles con más facilidad.
Volviendo al caso de Mario Balotelli (delantero), ha visto 56 tarjetas
amarillas y 8 rojas, creo que no está nada mal… por eso buscan psicólogo.
Para terminar, vamos a rememorar otras “pérdidas de papeles” de
deportistas de élite…
Zinedine Zidane, uno de los mejores futbolistas de la historia le
propinó un cabezazo a Materazzi en la final del Mundial del 2006. Los propios
comentaristas saben que el jugador italiano provocó al francés, pero aún así
condenan la acción de Zidane.
En el año 95, Eric Cantoná después de agredir a un contrario, perdió
los papeles y propinó una patada a un espectador que, probablemente lo
insultaría.
El defensor central del Real Madrid, Pepe, después de crear un penalti
agredió al futbolista del Getafe, Casquero, que estaba tumbado en el suelo. Después
de esa acción, Pepe se ha colgado un cartel de agresivo, del que no ha contribuido
mucho para quitárselo. De Pepe, sus compañeros dicen que es una gran persona, y
es un claro ejemplo de que el autocontrol no mantiene relación con otros
aspectos.
Los que más se supone deberían ser modélicos, también pierden los
papeles algunas veces, como fue el caso de Leo Messi en el Santiago Bernabéu,
que ante la impotencia no se le ocurrió otra cosa que pagarlo contra la afición
del Real Madrid, con un pelotazo.
Alejándonos del fútbol, es difícil ver a Roger Federer perder los
papeles, pero es la muestra de que en algún momento hasta el más ejemplar (con
permiso de Rafa Nadal, claro) se puede derrumbar.
Para acabar, el caso de un entrenador. Si es lamentable verlo en
jugadores, verlo en entrenadores ya es para echarse a llorar. En las imágenes,
Delio Rossi, agrede a un jugador en el banquillo tras tener un pequeño cruce de
palabras.
Y por último, un puñetazo.
jejeje. Buscando vídeos me he encontrado este, que me ha hecho gracia.
El árbitro se lo tomó con humor, que es como se han de tomar estas cosas…