Tras la presentación del blog,
aquí viene mi primer ‘post oficial’ para comenzar con mi trabajo. En el
anterior, ya dejaba algunos vestigios de la dinámica con la que iba a poner el
blog en marcha, y qué mejor forma de comenzar hablando de lo que, para mí,
sería el perfil más o menos ideal del deportista.
De nuevo, me gustaría insistir en
que toda esta información se aleja del concepto más elitista del deporte,
porque mi intención no es otra que todos los lectores intenten hacer una
interiorización de cada uno de los temas. Cada uno asimilará la información de
una manera determinada, y conociéndose a sí mismo sabrá cómo debe aplicarla
para formar su propia identidad deportiva.
Dicho todo esto, primero debemos
reflexionar sobre el deporte líneas generales. El deporte está constituido por
una serie de normativas y reglamentos que dotan de sentido y significatividad
su desarrollo. Hay que saber diferenciar deporte de ejercicio o actividad
física, ya que estas últimas son un simple desarrollo motor que nos ayuda a
mantenernos en buena forma física (o a adquirirla). Sin embargo, al hablar de
deporte estamos yendo un poco más allá. El deporte tiene consigo implícito un
carácter competitivo, en el que seremos más eficientes si estamos en buena
disposición de alcanzar los objetivos. Al hablar de deporte, por norma general,
entendemos que trata de alcanzar un objetivo concreto por medio del la
utilización del movimiento corporal. Por lo tanto, el deporte está
caracterizado por la intervención más humana posible, ya que desde la participación
de los ‘deportistas’ se desarrolla el ‘juego’.
Y ahora cabe preguntarse ¿qué es
un deportista? Realizando una definición breve, podemos definir al deportista
como el agente humano que actúa en el contexto deportivo para conseguir un
determinado fin. Sin embargo, esta definición resulta demasiado simple, y no
hace falta dar muchas vueltas para darnos cuenta de que existe un ‘algo’ que
hace que haya deportistas más eficientes que otros (esos que fácilmente se catalogan
como buenos o malos). Así que por consiguiente, nos hacemos otra pregunta ¿qué
hace a un deportista mejor que otro? Y aquí se complica la cosa…
En primer lugar, hay que concebir
la figura del deportista (si, si… tú también eres deportista) bajo un concepto
dualista, que se divide en: el deportista físico y el deportista psíquico.
El primero toma en conjunto las
capacidades y habilidades físicas que desarrolla por medio de la madurez y la
práctica. Por norma general, el desarrollo o la “mejora” es directamente
proporcional a las horas de entrenamiento y práctica. Cada uno de nosotros
hemos formado nuestra identidad física en torno a este concepto en función de
nuestra trayectoria…
El segundo, recoge todos los
aspectos psicológicos que constituyen al deportista, es decir, su
interpretación de la realidad, la percepción, la motivación, la concentración,
el autoconcepto, la autoestima, autocontrol… entre otras habilidades que se combinan en todo
deportista, y que su desarrollo determina directamente su rendimiento.
Son muchos los que entienden el
deporte de una forma tan simple que no ven más allá de lo que tienen delante. A
menudo olvidan (y esto va muy en serio) que todos y cada uno de los deportistas
son también seres humanos que experimentan emociones y sentimientos.
Simplemente, en el caso del deporte de élite, ven ‘máquinas que cobran mucho’.
No señor, esto no es tan sencillo. Aunque luego hay casos y casos, todo hay que
decirlo.
Y después de haber hecho esta
escueta definición… cabe hacerse una última pregunta ¿porqué en un mismo equipo
unos triunfan y otros no? Yo me la había hecho miles de veces. Es cierto que
todos los deportistas de un mismo equipo reciben la misma formación, pero no la
interpretan del mismo modo. Para cada persona, el deporte significa una cosa
diferente, con lo cual en este caso interviene la motivación. Por ejemplo, no
es lo mismo entrenar para despejar la mente después de estudiar, que para
intentar ser convocado para la selección nacional.
En definitiva, alejándonos de las
dimensiones puramente físicas, el deportista debe saber forjar un equilibrio
psicológico que desemboque en su propio bienestar. El deporte, a menudo puede
ser estresante también, pero hay que saber superar las etapas de presión, tener
claros los objetivos para luchar y trabajar por ellos de la forma más eficiente,
y sobre todo tener muy claro, cada uno, qué es lo que pretende obtener de la
práctica deportiva.
Seguiremos avanzando y trabajando…
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