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jueves, 4 de junio de 2015

El deporte de base y "la lucha con sus papás".

Desde hace ya varias décadas el Deporte de Base (DB) ocupa un tiempo de ocio vital para millones de jóvenes en todo el Mundo. Fútbol, baloncesto, balonmano, tenis, voleibol, y otras decenas de modalidades deportivas de competición y de rendimiento crean un montón de oportunidades formativas para todos y cada uno de los jóvenes deportistas que militan en clubes, escuelas deportivas, patronatos… Afortunadamente, la ciencia, la investigación y el conocimiento van ampliando sus fronteras incluyendo, por supuesto, el mundo del deporte y la actividad física.

Los entrenadores y monitores del DB son cada día (o al menos deben ser) más eficientes en su trabajo gracias a que año tras año su formación se va ampliando en función de todas las influencias que van recibiendo desde diversas fuentes de información. Todos y cada uno de ellos deben ser conscientes de que su forma de transmitir el deporte; el qué y el cómo la enseñanza de todos los aspectos, ha evolucionado. Ahora también, afortunadamente existe un cuándo, un para qué y por supuesto un porqué. El entrenador debe ser exigente, debe saber hasta dónde llegan sus conocimientos y hasta dónde llegan los de su equipo. Debe fijarse objetivos reales y luchar para conseguirlos, y debe hacérselos saber a aquellos que están a cargo de alcanzar la meta. La evolución es un paso fundamental en la experiencia de un formador, y debe ser consciente de su propio pasado, presente y futuro.

Aunque de los entrenadores podríamos escribir líneas y líneas infinitas, este artículo tiene como objeto el análisis de otra figura fundamental en el ámbito del DB: los Padres. La información con respecto a todas modalidades deportivas va en aumento cada día, y de hecho los entrenadores y clubes se “profesionalizan” más y más en su búsqueda de la excelencia. Sin embargo, a menudo obviamos que las relaciones en el funcionamiento de un equipo no son dualistas (entrenador-jugador), sino que en realidad éste vínculo está formado por un triángulo que se mantiene en constante contacto, directo o indirecto (entrenador-jugador-padres).

A pesar de que desafortunadamente este no es uno de los temas más extendidos y conocidos en el ámbito deportivo, surgen cada día más investigaciones y propuestas para que los padres puedan “formarse” en el rol que ocupan para con el DB de sus hij@s. Ya en 1987, Hellsted clasificó los diferentes tipos de roles que ocupan los padres, quedando de la siguiente forma: Baja Implicación, Moderados, y Sobre-Implicados. Más adelante, en el año 2001 Smoll consiguió realizar una clasificación más extensa y completa de los diversos tipos de roles más negativos, en el que según él los padres en el mundo del DB podrían ser: Desinteresados, Excesivamente Críticos, Vociferantes, Entrenadores de Grada y Sobreprotectores.

            Sabemos que los padres, de una forma y otra, se manifiestan con sus hijos en cuanto a su deporte, y de algún modo se implican, pero ¿qué es la implicación parental en el DB? Podríamos describirla de forma escueta como la relación que los padres generan en su intervención con el entorno deportivo de sus hij@s, considerándose generadores constantes e influyentes emocionalmente en todas las dimensiones de esa relación. Aunque aún se podría ahondar bastante más para conseguir una definición más exacta…

            Sin embargo, aunque todos los padres consideran el deporte como algo importante para la salud de sus hijos (o al menos tienen esa información), un amplísimo porcentaje de ellos lo concibe principalmente como una mera forma de ocio; un hobbie al que sólo sus hijos pueden tener acceso después de haber llevado a cabo sus “obligaciones”. ¿Y esto es correcto? Aunque a priori pueda parecer una sentencia muy lógica, lo cierto es que no es correcto, es un error. Los entrenadores siempre van a querer que sus pupilos rindan en el campo, pero por supuesto desean que sus jugadores rindan académicamente; al fin y al cabo, todos no pueden llegar a ser deportistas de élite, y un jugador que obtenga buenos resultados tenderá a ser más organizado, responsable, atento... En este punto entrenadores y padres están totalmente de acuerdo. No obstante, a menudo existen problemas… Yo siempre les digo a mis jugadoras que “la voluntariedad deja de existir cuando se convierte en compromiso: lo voluntario es decidir si me comprometo o no”. Esto implica muchas variables, porque siempre, al inicio de la pretemporada, la ilusión aflora de cada persona forjándose ideas futuras sobre el desenlace de toda la campaña, pero la temporada es larga, y existen muchos acontecimientos que la van marcando…

            L@s jóvenes deportistas durante su curso sufren momentos o épocas marcadas por el volumen de trabajo y el estrés o ansiedad que lo acompañan. Para lo cual la mayoría tienen cierta tendencia a aparcar el deporte que practican para centrar su atención en sus estudios (aunque hoy en día pueden aparcar el deporte pero no el uso de móviles u ordenadores…). Esto, generalmente, está bien concebido por los padres, que ven como sus hij@s apuestan por el rendimiento académico y para ellos es suficiente. En otros muchos casos, ante una situación de estrés de este tipo, los propios padres tomarán la iniciativa de, directamente, vetar su práctica deportiva. Pero esto va más allá aún. Porque el deporte, a diferencia de otras disciplinas extraescolares como la música o la danza entre otras, está concebido socialmente como algo menos significativo, está más acuñado al ocio porque suele resultar divertido… ERROR. Vayamos más allá. El deporte puede ser divertido pero no siempre, porque supone de un esfuerzo físico alto y prolongado que debe adquirirse con sesiones de preparación. Supone un esfuerzo técnico y táctico que debe aprenderse y comprenderse para poder desempeñar bien el rol de jugador. Supone aprender a autocontrolarse en situaciones de presión, y a mantener un equilibrio emocional para controlar los nervios. En definitiva, supone un proceso de enseñanza-aprendizaje para poder adquirir las aptitudes básicas para la práctica, que deben ir acoplando temporada tras temporada, categoría tras categoría; que requiere una programación anual, una periodización, un diseño de sesiones… del mismo modo que la música, la danza, la pintura o las clases en la escuela de idiomas. Yo siempre digo que unas zapatillas son más baratas que un instrumento musical, y por eso vienen las prioridades. Que nadie se confunda, que no estoy en contra de nada, tengo varios amigos músicos y los admiro a ellos y a su trabajo. Pero cada cosa al lugar que debe corresponderle.

Si eres entrenador, o padre de un joven deportista (rebelde), te estarás preguntando ¿Cómo podría resolver este problema? Aquí te dejo 4 consejos que te serán de gran ayuda.

1- CREA UN VÍNCULO CON EL GRUPO DE PADRES.
Trabajando ellos, manteniendo contacto e intentando hacerles ver la importancia (no solo para la salud) que tiene cada miembro en un equipo. Establecer contacto con los padres puede ser la solución a todos tus problemas. Puede que no se muestren atentos, o incluso manifiesten desinterés por lo tu labor. Sé inteligente y piensa que eso te estará dando información directa sobre sus hij@s. Y nunca intentes enseñarles a educarlos. Puedes intentar ser parte de la solución, pero evita ser parte del problema.

2- GENERA UN CLIMA ADECUADO PARA PADRES E HIJ@S.
Si perteneces a algún club, sugiere que se organicen eventos o actividades que integren a las figuras parentales como parte del mismo. Un club con padres es un club con recursos. Intenta establecer reuniones periódicas con ellos para hablarles sobre tu rol, y contarles cómo vas a planificar la temporada y qué esperas del grupo de trabajo. Durante estas reuniones, actúa como canalizador, intenta aportar soluciones a problemas que puedan estar teniendo con sus hij@s, esto puede servirte como medio de consulta ante algún problema. Trata de despertar un sentimiento de pertenencia a un grupo social, porque aumentarás el confort y crearás un clima de seguridad que sea importante para sus miembros.

3- DEBES SERVIR DE MODELO.
            Es fundamental que des lo que quieres conseguir. Para ello tendrás que mantener la compostura en situaciones que supongan estrés para ti mismo. El autocontrol emocional es fundamental para no caer en la crítica fácil, o en el insulto que tanto daña el deporte. Debes ser consciente de que eso no contribuye a mejorar ningún aspecto, sólo sirve como excusa para argumentar otros aspectos que pueden no haberse trabajado bien. Además no es justo que padres que no apoyan se muestren críticos, hagan juicios de valor o manifiesten abiertamente sus opiniones, mostrando un interés repentino que se disipará en unas horas…

            4- SÉ CONSCIENTE DE CUÁL ES TU POSICIÓN.
            Créetelo. Porque tú eres el entrenador y siempre buscarás lo mejor para tus pupil@s. Toma tus propias decisiones, aunque puedas dar opción al consejo. Si te equivocas, no pasa nada, eres humano, rectifica y pide perdón si es necesario. Y si necesitas ayuda, pídela. Con los padres muestra una actitud didáctica y enriquecedora. Demuéstrales cómo motivar a sus hij@s, cómo deben hablarles antes y después de la competición. Muéstrate abierto ante cualquier consulta.

            Aunque me estoy extendiendo, no quiero terminar sin hablar del castigo. Esa arma que los padres utilizan como recurso cuando algo no va bien con sus hij@s, porque “es lo que más le gusta y lo que más le duele”. Lo cierto es que resulta poco creativo y en cierto modo un síntoma de “despreocupación” castigar a l@s hij@s sin hacer deporte. Es impensable que un deportista no rinda académicamente por el hecho de hacer deporte, y más aún hoy (un español pasa de media 193 minutos mirando su teléfono). Respecto al castigo yo siempre digo que más vale prevenir que curar, refiriéndome a que quizás debemos prestar más (pre)atención:
·         Ayuda a organizar su planning semanal, para que sepa qué horas tiene ocupadas y cuáles no y que las aproveche para rendir en sus estudios. Con “siéntate y céntrate” no es suficiente. Si puede hacerse un cuadrante físico mejor, así no dejará las cosas para última hora.
·         Dialoga. Interésate por sus estudios y sus preocupaciones para que pueda liberarse. Así podrás hacer un seguimiento de exámenes, deberes y trabajos.
·         Muestra apoyo y empatía, y participa activamente. Ayuda a que comprenda que el mundo no se detiene cuando él/ella lo necesite, hay que cumplir con las obligaciones y los compromisos, porque hay tiempo para todo. ¡Sé motivador!
·         Anima a que utilice el deporte para liberar estrés. Le ayudará a despejarse un rato, y volver con las pilas cargadas.
·         Si aún así no le queda tiempo suficiente, bastará con una breve charla con el/la entrenador/a que seguro que le dará el tiempo suficiente.

Lo cierto es que hoy en día, el castigo puede resultar más sencillo de lo que pudiera ser antes. Ahora limitar o prohibir el uso de internet, móviles o tablets supone un arma de castigo importante en la era de la comunicación (demasiada). Podemos limitar el uso, controlando cuando sea necesario, para realizar deberes, pero sin olvidar que en una biblioteca podrían encontrar esa misma información; o también limitar o prohibir las salidas o actividades de puro ocio…
Por último y respecto a esto, el entrenador puede servir de consejero para sugerir o llegar a acuerdos de castigo que permitan que no falte a entrenar, porque después de todo debemos ser conscientes de que el resto de compañer@s no tienen la culpa y así se limitan los recursos del grupo de trabajo y se progresa más lentamente.

Me despido con un abrazo para tod@s, como siempre.

@JuankiLungarán.

viernes, 17 de octubre de 2014

¿Los engranajes del juego se oxidan? ¡Engrásalos con cohesión!

Los éxitos deportivos… los éxitos siempre están sujetos a numerosas variables, jugadores disciplinados, entrenamientos bien planificados, intensidad en el trabajo diario, coordinación del juego, momentos decisivos bien gestionados… y un sinfín de elementos que hacen que un equipo (o jugador) toque el cielo. Concretamente en los deportes de equipo, normalmente los entrenadores pasa la mayor parte de su tiempo preocupándose de crear un modelo de juego ajustado a las cualidades de sus jugadores, de cómo deben estructurarlo para trabajarlo de la forma más eficaz, de que sus jugadores comprendan los contenidos de ese modelo, la calidad de los entrenamientos… y otro sinfín de componentes y exigencias (inalcanzables muchas veces) para lograr conseguir los objetivos.

Sin embargo, en muchas ocasiones esa preocupación por encajar las piezas que componen ese gran puzle que es el propio juego, deja a un lado otras que facilitan la interacción de todas las partes. En este caso, podemos hablar de elementos grupales, puramente humanos y sociales, que engrasan la maquinaria del propio ritmo diario y el trabajo técnico-táctico. Trabajar los elementos de tipo afectivo, las relaciones interpersonales, la propia cohesión facilita el tránsito a la comprensión, coordinación y solidaridad del juego. Los jugadores trabajarán mejor y se desarrollarán de forma más efectiva en un campo que los dote de confort, frente a un clima que no les aporte confianza. Como he mencionado anteriormente, en pocas ocasiones los entrenadores o monitores son conscientes de la importancia de esta variable del juego, bien por desconocimiento o falta de formación; por falta de tiempo físico; o en otras ocasiones por desestimarlo como algo insignificante. Muchos de nuestros entrenadores, y entrenadores que ejercen en la actualidad basan sus modelos de trabajos en experiencias vividas en sus etapas de juego o sirviéndose de entrenadores propios del pasado como modelos. Debemos ser conscientes de la evolución, y aprender a reciclarnos día a día. El acomodamiento sobre las propias creencias y vivencias resulta ser un sistema docente anticuado que estanca el deporte en el mismo punto a lo largo del tiempo. En este caso debemos recurrir a la evaluación continua para percibir los puntos que flaquean en el clima afectivo del grupo.

Está demostrado mediante un gran número de estudios de diferentes modalidades deportivas de deportes de equipo, que la cohesión de un equipo potencia el rendimiento de su juego deportivo. Sin embargo, en muchas ocasiones es muy difícil conseguir crear un clima favorable entre los propios miembros del equipo o grupo, para ello hay que aprender a gestionar todas las figuras y perfiles (tipos de jugadores y caracteres) que componen al grupo. Cada miembro interpreta un rol en el grupo, y hay que aprender a potenciar ese rol para que aporte lo mejor de sí mismo. La figura más influyente en un grupo es el líder, que en la mayoría de las ocasiones asume su papel de forma natural. El líder por tanto sirve como modelo al resto del grupo, y su opinión o forma de actuar marcará al resto. No obstante, dentro de un mismo grupo pueden existir dos o más líderes, que de no saber trabajar la complementación entre todos ellos fácilmente puede generar enfrentamientos o climas desfavorables para el equipo (subgrupos, discusiones…) por la propia naturaleza. La misión de un entrenador en este caso es la gestión pura. El entrenador debe reconocer todas las figuras y anticiparse a todo lo que pueda suceder. Para ello debe mantenerse constantemente comunicado con ellos, hacerles partícipes de un propio objetivo, y de algún modo responsables de alcanzarlo. Para ello hay que estructurar sus liderazgos, estableciendo de forma ordenada sus funciones como líderes. El líder debe aprender a liderar, no a imponer su criterio, mostrándose asertivo y empático, a la vez que sensato y coherente.

La cohesión como podemos comprobar resulta fundamental para crear un ambiente de trabajo favorable. Más allá, lo que cada entrenador debe pretender conseguir de su equipo no es sólo la cordialidad mutua. El trabajo va más allá del “que fuera se lleven como quieran, pero aquí que se respeten y hagan lo mejor para el equipo”, porque un equipo no se compone sólo de dos piezas. El objetivo es, como bien he mencionado antes, encontrar un clima confortable en el vestuario, los jugadores deben compartir unos objetivos, unas realidades, cada uno debe asumir su papel y dar lo mejor de sí mismo para alcanzarlo. Los jugadores deben encontrarse en familia. Una familia se protege, comparte los problemas, celebra los éxitos. Una familia posee la misma IDENTIDAD. Dotar al equipo de una identidad común es un punto favorable en la cohesión. Cualquier nimiedad que pueda crear una identidad común dentro de un grupo hay que tratar de aplicarla (establecer un patrón común de vestimenta, de conducta, verbal…), en definitiva crear estímulos que interpreten como propios de su equipo o grupo y con el que se sientan a gusto.

Por último, ¿debemos trabajar la cohesión y la identidad en deporte base? La respuesta es un rotundo SI. Aunque nuestro objetivo no sea generar rendimiento deportivo o competitivo, la cohesión siempre va a generar motivación generalizada, ganas de ver a los compañeros, comprensión ante los problemas comunes, solidaridad y cooperación con el grupo, establecimiento de objetivos comunes, etc. etc. etc.
En definitiva, debemos luchar por implantar modelos que generen equipos, y dentro de ellos saber gestionar cada rol que desempeñen nuestros jugadores. Ésta puede ser la solución a muchos problemas de tipo asistencial, o de intensidad y calidad de los entrenamientos, y trabajar la cohesión en un grupo no supone ningún riesgo para trabajar con el grupo. Cualquier elemento puede ser importante, sólo hay que encontrar el punto en común y potenciarlo, es la clave para encontrar el éxito.

Un abrazo a todos y ¡hasta la próxima!
@juankilungaran

jueves, 18 de julio de 2013

¡MOTÍVATE!

Esta semana toca hablar de una de las habilidades más importantes que conciernen al deporte, y a todos los aspectos de la vida, por supuesto. Sin embargo, quizá a través del deporte podemos hablar de una forma más comprensible cuando nos referimos a la motivación.

¿Qué es la Motivación? Todo el mundo tenemos una idea más o menos clara de lo que significa, pero ¿sabríamos definirla? La motivación resulta el elemento clave para lograr el compromiso con el deporte, porque determina nuestro comportamiento, dotándonos de la energía hacia nuestro objetivo. Todo esto tiene un significado mucho más profundo. La motivación es ese “eso” que hace que pongamos todo nuestro empeño en aquello que tanto nos gusta. De esta forma, en función del grado de motivación nuestro entrenamiento (o partido) determinará cuanta intensidad, concentración o constancia pondremos en nuestra tarea.

Por consiguiente, se trata de la búsqueda de objetivos que cada uno se marca en función de lo que desea con su práctica deportiva. Cada uno propone sus propios objetivos y a partir de ahí uno lucha por conseguirlos, cada uno pone sus propios límites. Llegados a este punto, sé exactamente lo que todos estáis pensando: “a partir de ahora mi objetivo será ganar el próximo mundial de fútbol con la Selección Española”. QUERIDO LECTOR, a no ser que esté teniendo el honor de que Casillas, Puyol, Sergio Ramos, Xavi, Villa, Iniesta o cualquier otro de nuestros campeones estéis leyendo este post, OLVIDATE. Y de nuevo, sé lo que piensas: “entonces, querido Juanki, te estás contradiciendo”. Campeón, no puedes empezar a construir la casa por el tejado… Cada uno tiene que ser capaz de fijar sus propias metas, pero del mismo modo, cada uno también debe conocer su propio cuerpo, es decir sus límites y sus posibilidades. No puedo fijarme ser campeón del mundo si solo he jugado 3 años al fútbol, por ejemplo. Como en todos y cada uno de los aspectos deportivos, la motivación puede entrenarse. Todo en deporte es progresivo, y cada gota de sudor cuenta para conseguir nuestro fin. Sin embargo, todos los objetivos que nos fijemos deberán estar acorde con nuestra propia realidad. Con los objetivos debemos buscar nuestra superación, que no nos resulte sencillo alcanzarlos para no caer en el aburrimiento, pero que tampoco sean inalcanzables, para no caer en la desesperación. Deben suponer un reto, pero también una recompensa. Y a partir de ahí, progresaremos para llegar un poco más alto. Subiendo los escalones de uno en uno, para no tropezarnos.

Son muchos los autores que se han interesado por el estudio de la motivación, y algunos concluyen en la conocida Teoría de las Metas de Logro. Esta teoría establece que la meta principal de un individuo en los contextos de logro es demostrar habilidad, pero que puede estar concebido en función de la orientación que el individuo tenga: orientación a la tarea u orientación al ego.

Por orientación a la tarea entendemos que el individuo concibe como éxito el dominio de la tarea y el progreso personal. Se trata de la práctica de un medio determinado (una finta en balonmano, por ejemplo) hasta alcanzar el dominio, y a partir de ahí ser capaz de afrontar situaciones que requieran de ese recurso técnico, y el deportista entiende que ha progresado para mejorar y aportará beneficio, en este caso a su equipo. Es una orientación focalizada sobre el medio y no sobre el fin.

Por otro lado, en la orientación al ego, el éxito se define como superación a los rivales y demostración de mayor capacidad. Aquellos individuos que adquieren esta forma de trabajar, luchan constantemente por un reconocimiento del resto. Su único fin es destacar por encima de los demás, y por tanto, se focaliza sobre el fin, sin darle tanta importancia al medio.

Ahora que seguro que estás pensando en la gente que conoces, y sabes exactamente cuáles de tus amigos o compañeros trabajan en función de estas orientaciones, pero, y te prometo que esta vez sí es la última que adivino lo que estás pensando (por hoy): “¿qué hace que unos trabajen de una forma y otros de otra?”. Aunque para contestar esta pregunta de forma completa y certera podríamos pasar horas y horas de investigación, de forma muy escueta, la diferencia está marcada por el contexto del individuo.  Cada uno de nosotros estamos inmersos en un ambiente que determina nuestra conducta, nuestra forma de pensar, de actuar… El clima familiar o deportivo puede condicionarnos (sobre todo de forma inconsciente por parte de los transmisores) hasta el punto de hacernos pensar y procesar la información de una forma determinada. En este caso, y proponiendo un ejemplo muy extremado: un entrenador que riñe a su “jugador estrella” porque uno de los “jugadores mediocres” lo ha regateado en el entrenamiento de fútbol. Piénsalo… ese entrenador tiene varios problemas que resolver consigo mismo, y no imaginas la cantidad de entrenadores que existen con este perfil. Volviendo al tema, esta forma de trabajo hará que los jugadores orienten hacia el ego sus motivaciones, buscando siempre referencias que superar y sin poder evitar constantemente las comparativas.

Por último, ambas formas de trabajar, siendo más correcta y equilibrada la orientación a la tarea, pueden conseguir que cualquier deportista alcance la élite.
¿Sabrías identificar la forma de trabajar de los siguientes deportistas?










Yo creo que no lo he puesto muy difícil...
Un abrazo para todos. 
@JuankiLungaran