Que nadie se asuste ni se
incomode al leer este título. Durante la jornada de ayer, lunes 27/01/2013,
tras haber visto el programa deportivo más famoso de España (Deportes Cuatro)
ha crecido mi indignación. Después he corrido a averiguar cuáles eran las
portadas de los gigantes de la prensa deportiva escrita. Mi indignación ha
seguido en aumento, así que he hecho una pequeña reflexión en la página de
Facebook DeportivaMente, que a mi juicio y al de muchos otros, ha resultado muy
acertada.
Como he comenzado, que nadie
se incomode. Yo soy el primer forofo del fútbol, y me resulta atractivo como al
que más. Me apasiona, y como la mayoría, soy aficionado de un equipo en concreto.
Creo en los métodos, conozco principios tácticos, tengo mis opiniones como
todos, me encanta que este sea año de Mundial, y cada día de partido me gusta
disfrutar del momento de ver a mi equipo.
Pero claro, no soy amante de
un solo deporte. Existen otros por los que siento devoción, y me incomoda que
los medios deportivos intenten a toda costa monopolizar la esencia del deporte
en el fútbol. Y, ¿sabes de quién es la culpa? Efectivamente, del dinero. Y es
que los medios de comunicación gastan millones y millones para poder emitir las
imágenes que nos deja el fútbol cada día. Claro, esto crea más y más afición, y
ha llegando un punto en el que si quieres ser parte de esa afición tienes que
gastar mucho dinero para poder comprar una entrada, una camiseta o simplemente
verlo por TV en casa. A su favor, cuenta con unas cifras escandalosas de
audiencia, cada día son más personas las que practican este deporte. Pero, ¿y
los demás qué? Todo esto contribuye a que el resto de deportes estén quedando
fuera del alcance de la audiencia. Las cifras de federados en el resto de
deportes quedan mucho más por debajo de las del fútbol. ¿Esto convierte el
fútbol en el mejor deporte? No voy a entrar en la simpleza de qué es mejor o
peor, simplemente opino que el fútbol no es el mejor emisor de principios y
valores, ya que cuando los intereses que hay en juego son tan grandes, hay que
ganar a toda costa. Y por no hablar de la figura del árbitro, que pasa a ser el
villano de cada semana (por favor, leed el post de mis amigos de
Espacio Fútbol @FutbolPsicologi).
Todo esto está desembocando
en que, en otras modalidades deportivas estén desapareciendo clubes de gran
elenco en el pasado. Que jugadores profesionales tengan que desarrollar sus
carreras en otros lugares, y que incluso deportistas de élite tengan que pedir
literalmente ayudas económicas para poder participar en campeonatos mundiales.
Ayer, mientras todas las
portadas y sumarios de los medios ocupaban la chilena no-gol de CR7, el nuevo
rol de pasador de Messi, los ‘piques’ en los partidos de Diego Costa y el
repaso a todos los goles de las ligas europeas durante más del 90% del tiempo
de emisión, la selección española de balonmano acababa de proclamarse medalla
de bronce en el Campeonato de Europa de Dinamarca. Mi amigo Jorge Maqueda (@maqueda5), es
medalla de bronce y oro en el Mundial de Balonmano (2011 y 2013), y medalla de
bronce en el Europeo (2014), sin embargo ha tenido que marcharse a Francia para
jugar, porque aquí la liga Asobal está perdiendo todo por lo que tanto habían
peleado durante tanto tiempo. Para mí es tan grande como Iniesta, Casillas o
Xabi Alonso. Además, Rafa Nadal acababa de perder la final del Open de
Australia con el mayor de los señoríos que se pueden perder. Dejándose la piel por
acabar un partido que él mismo sabía que iba a perder por su lesión de espalda
y su llaga en la mano izquierda que tanto le ha hecho sufrir en el campeonato.
Y por último, se acababa de realizar el sorteo de la Copa de la ACB del que ni
siquiera mencionaron los resultados.
En definitiva, considero que
el fútbol no es lo que se demanda, creo que es la única oferta. Y que gracias a su
difusión lo único que se está consiguiendo es devaluar otras modalidades
deportivas, que la lesión del jugador ‘tal’ sea asunto de estado, que cada día
la famosa ‘rotonda de Valdebebas’ esté a rebosar (algún día ocurrirá algo), que
las aficiones de los equipos se enfrenten hasta límites psicóticos, y que el
precio del fútbol se siga disparando. A mí me encanta el fútbol, lo disfruto
como todos, pero vamos a darle a cada cosa el valor que merece.
¡Feliz Año a tod@s!
Desde deportivaMente me gustaría desearle a todo el mundo que este año esté
lleno de salud y trabajo y que todos vuestros deseos y propósitos se hagan
realidad.
Y hablando de
propósitos, bienvenidos a Enero, el mes de los gimnasios, las dietas milagro y
las costumbres forzadas. Si, es así. Este es un mes en el que casi todo el
mundo se propone quitarse esos kilitos de más. Todos empezamos el año con
energías renovadas, llenos de ilusiones que poco a poco vamos dejándonos en el
camino (la mayoría durante el mes de enero). Hoy, sin profundizar mucho en el
tema, me gustaría hablar de lo que todos los que realmente “conocemos” el
deporte sabemos. Ni existen las dietas
milagro, ni existen las operaciones bikini.
Antes hablaba de las
Costumbres Forzadas, he creado ese término a botepronto para definir el hecho
de empeñarnos en hacer ejercicio a pesar de que nuestro cuerpo y nuestra mente
nos dicen “¡¡¡QUE NO QUIERO!!!”. Y realmente tienen razón. Caemos en los
topicazos post-navideños, y queremos darle al cuerpo más de lo que puede
soportar poniéndonos como excusa todos los polvorones, mantecados, turrones,
roscón y demás dulces típicos de la época. Y, claro, teniéndolos casi aún en el
cuerpo nos hacen sentir culpable y queremos abarcar más ejercicio del que
realmente podemos. ERROR. Duramos 4 días y empezamos a pensar en las dietas
milagro.
Y luego vienen las dietas milagro, y claro como no acudimos al médico
especialista el Dr. Google para que nos diga cuál es la más afín a nuestra
personalidad. Ayer mismo, después de una última copiosa cena del Día de Reyes
alguien me hablaba de una nueva dieta milagro que consistía en no comer nada
durante dos días, y milagrosamente al tercero ¡podías comer casi lo que
quisieras! ERROR. Mi respuesta fue sencilla y cietífica, “seguro que si el
tercer día tampoco comes, adelgazas más…”.
El ejercicio físico no
debería ser una actividad forzada, no es algo que deba utilizarse sólo para
épocas de sobrecargas alimentarias y alcohólicas. El ejercicio físico debe ser
una constante que nos permita sentirnos vivos y llenos de energía para afrontar
nuestro día a día. No hay que caer en el error de sobreesforzarse. Hay que
realizarlo de forma progresiva, a medio-largo plazo, y los resultados irán
llegando a medida que pasen las semanas. Sin prisas. Aumentando el volumen y la
intensidad semanalmente. De nada nos sirve salir una tarde a correr, estar dos
horas, llegar reventado a casa y al siguiente día sentir que tienes termitas en
vez de agujetas. No durareis ni una semana… Tampoco vale hacerse propósitos
acorde con la condición física de nuestro cuerpo de hace 10 años, porque luego
vienen las sorpresas.
Y luego están las
dietas. La alimentación juega un papel primordial en nuestra vida, ¡y ojo! Que no
quiero engañar a nadie, yo no soy el más indicado para hablar de buena
alimentación (tampoco soy de los peores… jejejeje). La alimentación es del
mismo modo que el ejercicio, una constante. Si es cierto que no soy partidario
de esos tan estrictos con su alimentación, las fiestas están para disfrutarlas,
y si uno se cuida y se “priva” de forma habitual, tampoco es muy complicado
retomar esos hábitos tras el parón. De nada sirve pasar hambre durante unos
días, si luego nos viene bien cualquier excusa para atiborrarnos.
También existen
complementos naturales que pueden ayudarnos en nuestra alimentación y
aportarnos beneficios para el ejercicio. Los tés por ejemplo son quemagrasas y
además nos aportan energía.
En definitiva, estas
energías renovadas y estas ganas de empezar con hábitos nuevos puede ser
beneficioso, pero sólo si lo hacemos con calma, sabiendo lo que queremos y para
cuando. Las operaciones bikini no son en enero y mayo, son durante todo el año,
así que ya puedes empezar a cuidarte y a hacer ejercicio, pero poco a poco y
sin prisas.
Estos dos no empezaron la operación bikini en Mayo del año pasado...
Hoy voy a escribir de la forma más personal, desde una perspectiva que me aborda y
que se me hace necesario expresarme. Claro que del mismo modo que sirve de
experiencia para mí, me gustaría que mis lectores sintáis empatía para con mi nueva situación... Ahí voy.
Cuando
hablamos de un equipo, hablamos de un grupo de personas que interactúan
apoyándose unas de otras en la realización de una tarea para conseguir un
objetivo. Sin embargo, parece que esta definición deja un poco al margen el
lado más humano del equipo. Un equipo está compuesto por personas que en la
mayoría de las ocasiones provienen de diferentes lugares y experiencias. Que se
han desarrollado bajo criterios o principios diversos y que suman sus
capacidades para realizar un fin. Por tanto existe una relación intra e
interpersonal entre los miembros de un equipo. Como el tejado de una casa evita
las inclemencias del tiempo; las paredes sujetan el peso; las puertas permiten
el paso; las ventanas permiten la luz; o la calefacción aporta calor… todo
junto forma un hogar. Cada miembro de un equipo aporta una habilidad, un
granito de arena a la tarea para conseguir los objetivos.
A
lo que intentaba referirme cuando hablaba del lado más humano, es al desempeño
de los roles dentro de un equipo. En el caso de los deportes de equipo, en
muchas ocasiones los roles que desempeña cada jugador no están ligados a la aportación
en la tarea. Si quitamos la calefacción no se hunde la casa, pero el ambiente
será muy frío en invierno. Los goles no son proporcionales a la simpatía; las
paradas de un portero no equivalen a más amistades; ni los minutos jugados
hacen crecer la empatía. En los equipos hay máximos goleadores, jugadores que
juegan mucho y otros que juegan menos, jugadores con más y menos
responsabilidades, pero, si todo funciona bien, al llegar al vestuario no es
eso lo que debe quedar reflejado. Lo que se ve detrás de la cancha es un grupo
de amig@s que disfrutan de la compañía mutua. En los viajes de equipo todos van
mezclados, todos aportan lo mismo en sus conversaciones y todos se ríen de las
mismas bromas.
En
ocasiones, la vida pone a prueba también a los equipos, y para esto no importa
la edad, ni siquiera el nivel de competición. A partir de mañana seré
consciente de cómo se va una parte del equipo. Para esto soy nuevo, es una nueva
experiencia, y aunque va a ser complicado me voy a empeñar en aprender de ello.
Sin embargo me rondan las preocupaciones. Sé que van a ser unos momentos duros
para mis jugadoras (de entre 12 y 13 años), pero ¿cómo reaccionarán a medio plazo
a esta situación? No sé cómo, lo que sé es que voy a empeñarme en que su
refugio sea el deporte, su pequeño equipo. Seguir viéndose las caras para
apoyarse unas a otras. No se va una jugadora, se va una amiga, y no saben
cuándo volverán a verla… A mí como entrenador se me hace difícil, no quiero
imaginarme cómo será para las pobres. La vida les va a dar una lección a todas,
a partir de mañana van a ser conscientes de que a veces las cosas se ponen
difíciles y hay que hacer sacrificios para seguir adelante… Les va a costar
entenderlo.
Hoy
estoy escribiendo de la forma menos “profesional”, quizá sea porque ahora me ha
tocado a mí vivir la experiencia. Habrá que hacer de tripas corazón, reaccionar,
y aprender.
Hace unos días saltó una noticia que me impactó bastante: “el
Milán buscaba psicólogo para Mario Balotelli”. Para aquellos que, por lo que
sea, no conozcan el perfil de éste jugador italiano, de forma resumida podemos
definirlo como un jugador que carece del sentido de las normas que sean
impuestas por agentes externos a su propia persona. El excéntrico futbolista,
en el campo se muestra con una agresividad extrema, y hace gala de ella en
cualquier situación que perciba como nociva para él. Jugadores contrarios,
árbitros, entrenadores e incluso compañeros han sufrido y aguantado alguno de
sus irreflexivos y belicosos episodios.
A partir de aquí, cabe preguntarse la causa de esta personalidad
tan peculiar… Hijo de inmigrantes ghaneses, su familia biológica tuvo que darlo
en adopción a los Balotelli para asegurar su futuro. Con el paso de los años,
Mario alcanzó la élite futbolística, y sus padres biológicos, los Barwuah
exigieron su regreso. Con todo esto (y sin querer seguir indagando), es muy
probable que el joven deportista haya sufrido diversas inestabilidades
familiares que han forjado su personalidad. Por otra parte, probablemente
consciente de sus dificultades socioeconómicas del pasado, Mario Balotelli
también se caracteriza por sus actos de solidaridad. Sin dar muchos rodeos por
la red, he encontrado un ‘Ranking con las 50 locuras de Mario Balotelli’,
juzgad vosotros mismos Lista de Locuras de Balotelli.
Ni que decir tiene que su talento es indiscutible, por ese motivo sigue
ejerciendo su labor en la élite… pero a qué precio para los clubes.
Volviendo al tema, en cuestión. ¿Cuál es el problema que persigue
a Balotelli? EL AUTOCONTROL. ¿Y qué es el autocontrol? Aunque la propia palabra
lleva implícito el significado, vamos a ver de qué forma se puede expresar. El
autocontrol se define como la habilidad de controlar las propias emociones,
comportamientos, deseos e impulsos. En palabras llanas, es el fenómeno por el
cual un deportista (en nuestro caso) se retiene a sí mismo para no decir o
hacer todo lo que se le pasa por la cabeza durante un “calentón”.
Mario Balotelli ha sido el ejemplo a exponer en el post, sin
embargo existen muchísimos casos que ponen en evidencia la falta de autocontrol
de muchos deportistas, y aquí no sólo hay que referirse al fútbol. Al final del post veremos algunos.
El caso es que el autocontrol no es un defecto genético que el
capricho del azar inserta a uno de cada cincuenta seres humanos (yo diría que
bastantes menos, pero bueno, por poner algo). No, de ninguna manera. Aunque
muchos piensen que sí… como por ejemplo los padres de esos jóvenes deportistas,
que son líderes de sus respectivos equipos que dicen llenos de orgullo: “Ay, mi Jonathan… Con ese pronto y ese
carácter que me ha salido… ¡algún día va a acabar con nosotros! Jajajaja…”.
Y muchas más frases como estas que ni os imagináis. A mí desde luego, de lo
único que me dan ganas es de coger a ese tipo de padres, encerrarlos en una
habitación y darles un par de clases de implicación parental, ¡pero bien dadas!
A lo que voy (que no sé cómo lo hago pero siempre acabo yéndome
por las ramas) es a que el autocontrol tiene unas causas definidas, que pueden
clasificarse en dos apartados: internas y externas. En las causas internas
simplemente hay que destacar el equilibrio emocional actual que tiene el
deportista: presión, estrés, ansiedad… Por otra parte, las causas externas son
las que condicionan la conducta del deportista desde una perspectiva ajena a su
control: situación sentimental o familiar, presión de los medios de
comunicación… entre otras.
Una educación en valores de autocontrol ayudará a forjar en la
propia personalidad criterios de autorregulación del control. El hecho de saber
reprimirse para evitar estallar en cólera,
o decir cosas de las que luego puedan arrepentirse son herramientas que
constituyen un equilibrio emocional para el propio ser, y que deben canalizarse
de formas más constructivas. Por consiguiente, la estabilidad emocional será inversamente proporcional al
autocontrol, y será el principio regulador del mismo. A todo esto, hay que
añadir que la disciplina juega un papel fundamental en el autocontrol. Pero del
mismo modo, también influye directamente la imitación de un modelo, que
paulatinamente irá construyendo en el sujeto unos patrones de reacción erróneos
cuando entienda que le perjudica una determinada decisión o acción. Un ejemplo
muy extendido y que todos conocemos es el de esos padres que se enfadan con sus
hijos porque tienen una mala reacción. Luego los cogen y se los llevan a ver un
partido, para “animar a su equipo”. Mentira. En esos momentos de pasión, el
papá se olvida de su hijo, y tras una acción reconocida como nociva comienza a
expulsar por su boca una serie de adjetivos calificativos que, al día siguiente
el niño repasará en el patio de recreo cuando le hagan una falta. Y qué decir
de los aspavientos que hacemos con las manos…
No sé cómo se animará en el resto del mundo, pero en España la RAE
debería revisar el significado que le damos al término “animar”. Entre varios
significados se define como “infundir
energía moral a alguien”, aunque en este contexto, creo que debería
sustituirse por “acudir al visionado de
un partido con el propósito de criticar las decisiones del árbitro, y del mismo
modo mencionar en voz alta la profesión de alguno de sus familiares; analizar
el juego del contrario para: en el caso de que su juego sea fluido, pretender
desmotivarlo aplicándole una serie de imprecaciones, si su juego es inferior al
de mi equipo realizar observaciones abiertas aludiendo a sus incapacidades
mediante escarnios; y en menor medida, alentar a los animados, aunque sólo en
caso de conformidad plena con su juego, en caso contrario, y con más intensidad
incluso que contra árbitros o contrarios, se les indicarán una serie de
directrices para mejorar el rendimiento que a su vez estarán acompañadas de
recordatorios asociados al patriotismo de escudos y colores y con sus
respectivos agravios”. Por si no te habías dado cuenta, estoy de broma… He
pretendido exagerarlo mucho. Pero con esto me gustaría recordar que en todos
los campos debe haber un punto de inflexión, motivado por los miembros de los
propios clubes, para erradicar ciertas conductas o lenguajes utilizados, y
sancionarlos o condenarlos de alguna forma. Hay que cambiar el chip. Os invito
a que, si realmente amáis el deporte, sirváis de ejemplo, y si sois de los que
gritáis, por favor la próxima vez intentad mantener la compostura, porque eso
representa la imagen de un club y una comunidad, que se asocian a un pueblo o
ciudad.
Mi consejo para padres y entrenadores es servir de modelos de
integridad, control de emociones con respecto al deporte. Educar para la
diversión creativa. Y en el momento de una falta de autocontrol grave, un
desprecio al rival o a los espectadores, exista una sanción significativa para
erradicar el problema cuanto antes. Mostrarse analíticos y no críticos. A mí me
gusta buscar las causas y los porqués cuando veo un fallo de un tiro a puerta,
o determinar el porqué de la reacción de un jugador o entrenador… Pero en muy
pocas ocasiones pierdo los papeles.
Avanzando en nuestro tema, la falta de autocontrol conlleva riesgos
importantes para el propio jugador, el equipo y por supuesto el contrario… En
el deporte profesional existen medios estadísticos para medir la falta de autocontrol
(en función de la posición ocupada en el campo). Las amonestaciones y las
faltas realizadas, y acumuladas en el historial de un jugador son una buena proposición
para determinar si los jugadores pierden los papeles con más facilidad.
Volviendo al caso de Mario Balotelli (delantero), ha visto 56 tarjetas
amarillas y 8 rojas, creo que no está nada mal… por eso buscan psicólogo.
Para terminar, vamos a rememorar otras “pérdidas de papeles” de
deportistas de élite…
Zinedine Zidane, uno de los mejores futbolistas de la historia le
propinó un cabezazo a Materazzi en la final del Mundial del 2006. Los propios
comentaristas saben que el jugador italiano provocó al francés, pero aún así
condenan la acción de Zidane.
En el año 95, Eric Cantoná después de agredir a un contrario, perdió
los papeles y propinó una patada a un espectador que, probablemente lo
insultaría.
El defensor central del Real Madrid, Pepe, después de crear un penalti
agredió al futbolista del Getafe, Casquero, que estaba tumbado en el suelo. Después
de esa acción, Pepe se ha colgado un cartel de agresivo, del que no ha contribuido
mucho para quitárselo. De Pepe, sus compañeros dicen que es una gran persona, y
es un claro ejemplo de que el autocontrol no mantiene relación con otros
aspectos.
Los que más se supone deberían ser modélicos, también pierden los
papeles algunas veces, como fue el caso de Leo Messi en el Santiago Bernabéu,
que ante la impotencia no se le ocurrió otra cosa que pagarlo contra la afición
del Real Madrid, con un pelotazo.
Alejándonos del fútbol, es difícil ver a Roger Federer perder los
papeles, pero es la muestra de que en algún momento hasta el más ejemplar (con
permiso de Rafa Nadal, claro) se puede derrumbar.
Para acabar, el caso de un entrenador. Si es lamentable verlo en
jugadores, verlo en entrenadores ya es para echarse a llorar. En las imágenes,
Delio Rossi, agrede a un jugador en el banquillo tras tener un pequeño cruce de
palabras.
Y por último, un puñetazo.
jejeje. Buscando vídeos me he encontrado este, que me ha hecho gracia.
El árbitro se lo tomó con humor, que es como se han de tomar estas cosas…
Ya estoy de vuelta una vez más por aquí.
Aunque he tenido que limpiar las telarañas de los rincones del blog antes de
publicar esta entrada, creo que me ha quedado bastante curiosa, oiga.
Tras el último post, donde hablaba de la
Presión Psicológica ("¡Pero cómo ha fallado eso! ¡¡¡Qué perdemos la final!!!"), tuve la sensación se me estaba quedando un poco
cojo, que me faltaba algo por plasmar. Así que podría considerarse éste como la
segunda parte del post anterior aunque tenga otro título (si no lo has leído te
invito a que lo hagas). La Presión Psicológica viene desencadenada por diversos
factores, algunos mencionados con anterioridad de forma muy escueta,
que consiguen generar un estado emocional que de estrés e incomodidad que
limita muy notablemente el rendimiento deportivo. De esta forma, paralelamente
con la presión aparece la ansiedad. Hay que apuntar también que me estoy
refiriendo a la presión psicológica en su concepción más negativa, porque
cuando un jugador de fútbol pisa al campo para disputar la Final de la
Champions League tiene cierta presión, pero claro eso no quiere decir que
disminuya el rendimiento.
Una imagen vale más que
mil palabras, y aprovecho para apuntar que pongo siempre ejemplos de fútbol
porque por norma general es el deporte más mediatizado, me gustaría referirme a
otros deportes pero considero que así es más fácil de entender. Retomando nuestro
tema, ¿qué entendemos por ansiedad en el deporte? Básicamente podríamos
considerarla como un estado emocional negativo que incluye sensaciones de
nerviosismo, preocupación y aprensión, que están relacionadas con la activación
del organismo. La investigación acerca de esta variable psicológica es muy
amplia, debido a que puede manifestarse de diferentes formas o momentos en
función del sujeto, la causa y el nivel de presión. Voy a intentar explicarlo
todo de forma rápida pero completa e inteligible, a pesar de que todos tenemos
una idea bastante aproximada del concepto. Como sabemos, la ansiedad provoca
unos efectos sobre el propio cuerpo forjados por la activación del Sistema
Nervioso Autónomo causados por un desequilibrio psicológico, cuyos síntomas se
presentan como: desconfianza,
pensamientos negativos, inflexibilidad, preocupación, irritabilidad,
dificultades de atención, acentuación de conflictos personales, disminución en
la capacidad de procesamiento de la información, disminución del autocontrol,
fatiga, insomnio, dificultades para la relajación, preocupación, irritabilidad,
distracción. Aunque parezcan muchos, no resulta tan complicado que en un mismo
sujeto aparezcan todos y cada uno de ellos. A raíz de la sintomatología
psicológica aparecen los síntomas físicos, que se
caracterizan por la aceleración de la tasa
de pulsaciones por minuto, el incremento de la presión sanguínea, un aumento de
la tensión muscular, dificultades respiratorias, sudoración, mareos, nauseas y
sequedad bucal (Navarro, J. I., y col.; 1995).
Me gustaría seguir abriendo cajones conceptuales y hablar un poco sobre
cada uno de los síntomas, pero no quiero un post kilométrico.
Como ejemplo clarísimo de ansiedad deportiva existe el caso de Jesús
Navas, actualmente Campeón del Mundo y Europa, y jugador de uno de los mejores
equipos de la Premier League. Navas tuvo que recuperarse de unos problemas de
ansiedad que le impedían viajar con
el equipo, y hasta tuvo que hacer el esfuerzo en recuperarse para poder seguir
creciendo como deportista y tener la posibilidad de viajar para disputar
campeonatos.
Las lesiones pueden ser causantes de la ansiedad. Una lesión implica una
recuperación que en muchas ocasiones resultan complicadas y dolorosas. Esto
puede causar que el deportista genere miedos conforme a sí mismo, y su
autoconcepto resulte damnificado. El miedo a no recuperar su forma o a recaer
de la lesión puede conseguir frustrarle. Por ello, sobre todo en clubes que se
lo pueden permitir, en una lesión no intervienen únicamente médicos, fisioterapeutas
o readaptadores físicos, sino que la labor del psicólogo deportivo será
conseguir que el deportista no pierda su equilibrio emocional.
Sergio Canales, es un jugador del Valencia C. F., que durante las
pasadas temporadas sufrió dos lesiones consecutivas de rotura del ligamento
cruzado anterior, obligándole cada una de ellas a operarse y recuperarse
durante 6 meses. Además durante el pasado Europeo de este mismo verano, tuvo
que retirarse de la competición por lesión. Aunque desconozco el dato,
seguramente los psicólogos del club le han ayudado emocionalmente en su
recuperación.
Dando un pasito atrás, y situándonos en el
plano más genérico del tema, la presión, en otras ocasiones los deportistas
sufren lo que se conoce como ‘Síndrome Burnout’.
¡No! No es lo que piensas. De ninguna manera es una adicción a las bebidas
energéticas (chiste malo). El burnout
es un desequilibrio entre el estrés y la recuperación al producirse situaciones
de alto estrés y poca regeneración. Por
otra parte, el síndrome burnout se representa como una pérdida
progresiva de idealismo, energía y motivación, apareciendo un estado de fatiga,
incremento de la irritabilidad y pérdida de entusiasmo, producido por un
“trabajo” duro realizado durante demasiado tiempo en situaciones de alta
presión. Se caracteriza por un agotamiento emocional y actitudinal. El Síndrome
de Burnout no sólo está presente en
el panorama deportivo, sino que en la sociedad actual existen diversos estudios
e investigaciones que miden tasas de burnout.
Existen numerosos ejemplos sobre este síndrome, que pueden encontrarse fácilmente
en personas de nuestro alrededor que han perdido la ‘chispa’ o la ilusión por
su trabajo.
Me despido una vez
más dando las gracias a los lectores y colaboradores, y esperando que os haya
gustado.
Un abrazo,
@JuankiLungaran
PD: En este post me han salido menos chispas humorísticas, tendré que mirar no
vaya a ser que esté sufriendo algún síntoma ;)
Aunque me ha costado un
poco acabar este post, por fin lo he conseguido… Esta semana nos toca hablar
sobre la presión. Pero que nadie se confunda, por presión no debemos entender
un concepto táctico defensivo para robar el balón. Hablamos de esa sensación
que nos hace sentirnos frustrados e incómodos mientras practicamos nuestro
deporte. Hablamos de la presión psicológica. ¿Por qué tenemos esa sensación? La
presión no es otra cosa que el peso de la responsabilidad sobre nosotros
mismos. ¿Cómo podríamos definir la presión psicológica? Se trata de una
situación de estrés emocional por la ‘obligación’ de conseguir un objetivo
determinado. En algún momento de nuestra vida, todos hemos oído a alguien
mencionar que un determinado jugador, atleta, etc. tiene presión, utilizando la
mítica frase de “le puede la presión”.
Hasta aquí, considero que no estamos
hablando de nada nuevo. Es bien sabido por todos que la presión psicológica es
una variable que es parte del deporte. Bueno del deporte… la presión es parte
de la vida. A menudo todos y cada uno de nosotros sufrimos periodos de estrés,
sobre todo en el trabajo (o también por la ausencia de trabajo). Vuelvo a
reiterar en lo de siempre: el deporte es un reflejo intensificado de la vida.
En el deporte hay fases de entrenamiento o formación durante varios años, fases
de competición donde tenemos que poner a prueba lo que hemos aprendido y lo que
valemos, hay derrotas y victorias, ascensos y descensos, lesiones que te
apartan de tus metas, ambiciones y retos de superación que queremos alcanzar.
Pero todo concentrado e intensificado. Existen jugadores que logran alcanzar un
rendimiento determinado y pueden promocionar hasta jugar a nivel profesional.
Otros, la inmensa mayoría, no llegan a alcanzar esos niveles, desarrollando su
juego en niveles inferiores. En cualquier caso, existen diferentes niveles de
rendimiento (podemos llamarlo calidad). En cada nivel, existen una serie de
responsabilidades con las que el deportista debe lidiar para conseguir los objetivos
que deben cumplir. No olvidemos que a mayor nivel, mayor responsabilidad. Ya lo
decía el abuelo de Peter Parker en la
película Spiderman: “un gran poder conlleva una gran
responsabilidad”. Pues eso. Los clubes pagan sueldos, en algunos casos
millonarios, y es normal que exijan resultados inminentes (recordemos que no
todo son Real Madrid, Barça o Manchester, existen clubes que no generan esos
ingresos y tienen muchos gastos). Los jugadores a menudo experimentan periodos
de presión, que en los casos de estos equipos tan conocidos suele tratarse de
una presión mediática.
Y claro, todos somos amantes de las
competiciones de máximo nivel, y sobre todo en fútbol, donde todos somos
expertos en la materia. Todos vemos los mismos partidos y cada uno sacamos
nuestras conclusiones. Los mismos jugadores y para unos son “buenos” y para
otros “malos” (entre comillas, porque cualquier jugador de primera división es
un atleta de los pies a la cabeza). Y qué decir de los sueldos… Yo soy de los
que piensan que nadie da ‘duros por pesetas’, nadie paga 100 si gana 20.
Entonces, como estos jugadores salen por la tele, nos creamos una imagen
robótica de ellos. Nos pensamos que son máquinas de jugar al fútbol que no
pueden pensar, sólo chutar… Y claro, pasa lo que pasa, que un momento de
presión puede crear una mancha imborrable en tu currículum.
Saber luchar contra la presión y
jugar con ella se traduce en un nivel alto de rendimiento deportivo. Raúl
decidió lanzar el penalti siendo consciente de la importancia que tenía. Pero
lo que todo el mundo no sabe es que cuando un jugador lanza un penalti decisivo
la portería comienza a reducirse en su mente hasta alcanzar las dimensiones de
una portería de hockey. El peso de la responsabilidad es otro reto que se debe
afrontar en la carrera de cualquier deportista. Por ello, los niveles de
presión están en función de los objetivos que se deban alcanzar en cada
división, nivel o meta. El objetivo de un maratoniano será poder rebajar su
marca de cara a una competición importante, y van pasando los días y es una
marca que se reduce muy lentamente. ¿Todos los deportistas sienten presión? Yo,
personalmente, considero que sí. La presión por norma general, tiene un origen extrínseco,
es decir, que no depende del propio sujeto. Sobre todo en aquellos niveles
donde las exigencias deportivas repercuten en la economía del club. Aunque no
tiene porqué tener un origen económico, las condiciones de un terreno de juego,
la situación de un equipo en la tabla de clasificación, la ansiedad constante
por ser aceptado en un grupo, entre muchísimas otras, pueden ser causa de la
presión. En otros casos, menos frecuentes, suele tener un origen intrínseco,
por las exigencias del propio sujeto, sus metas o sus ambiciones. Y con la
presión viene la ansiedad, de la que
voy a hablar más adelante, en otro post.
¿Y
los niños? ¿Es que nadie piensa en los niños? La presión es un síntoma muy
frecuente en los jóvenes deportistas. Existen padres que condicionan mucho a sus
hijos en el deporte que practican, y aunque en ocasiones no se manifieste
directamente, todos captamos los mensajes y la información que nos llega. Mi
consejo es dar libertad plena en el deporte a los más jóvenes, siempre animando
y apelando a las sensaciones (alegría, tristeza, frustración, euforia…) en
lugar de apelar al resultado o al juego. Hay que estar cerca de ellos, pero
restar importancia a un mal partido o a un mal resultado. Como leí
recientemente en una imagen colgada por mis amigos de FÚTBOL EN POSITIVO, “A VECES SE GANA Y A VECES SE…
APRENDE”. Lo importante en el deporte base es mantener la ilusión y la
motivación y crear hábitos y valores. Así que mi mensaje en voz alta es: “Papás, vosotros ya anduvisteis vuestro
camino, dejad que vuestro hijos creen el suyo. Limitaros a colocar las señales.
No os realicéis a través de ellos, porque no son ni culpables ni conscientes de
lo que no pudisteis alcanzar”.